Evangelio según San Mateo 26,14-25

lunes, 10 de abril de
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Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me darán si se lo entrego?”. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: “¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?”.

 

El respondió: “Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'”.

 

Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: “Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: “¿Seré yo, Señor?”.

 

El respondió: “El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!”.

 

Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: “¿Seré yo, Maestro?”. “Tú lo has dicho”, le respondió Jesús.

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

 


P. David Pintos párroco de la Parroquia San Lorenzo de Coronel Juan Solá, Diócesis de la Nueva Orán

 

 

 

 

 

En esta Semana es muy propicio para que pongamos sobre la mesa la verdad sobre nuestra persona. Es una semana de reflexión, de meditación, de cambio, de conversión. Nosotros necesitamos cambiar, necesitamos convertir nuestras vidas para el bien. Por eso la Palabra de Dios que meditamos en nuestros días, y que son el núcleo central de nuestra fe, nos ayudan a reflexionar sobre nuestros comportamientos.


Hoy vemos específicamente la figura de Judas, que en su libertad, decide entregar a Jesús, conspira contra él, organiza la entrega y lo vende por un precio. Estaba tan ciego que no le importaba si estaba entregando un inocente… eso pasa en el corazón de una persona que se deja día a día entregar al pecado, el pecado que cada día gana en el corazón hace que uno se quede ciego y no sea consiente del acto malo que uno realiza. Aunque no lo creamos cuando nos dejamos guiar por el mal y cometemos algo malo estamos entregando a la muerte a una vida inocente. Se hace un daño muy grave cuando una persona en libertad hace el mal.


Por eso es propicio preguntarnos: Cuando yo actúo que prima más ¿el bien de los demás o mi propio egoísmo? ¿Cuánto de Judas tengo yo en mi corazón? ¿Cuántas veces he entregado a una vida inocente?


Cuando el pecado gana el corazón en la persona no le importa si hace daño o lleva a la muerte a los demás.


Pidamos a Jesús en este día no tener un corazón egoísta y ciego por el pecado. Que la gracia de Dios vaya ganando más y más terreno en la vida de cada uno de nosotros.

 

Radio Maria Argentina