Soy cuando somos. Sin vos no puedo, necesito que tu presencia me arrope en los días resplandecientes o en las noches que se alargan. Preciso que me sostengas y abraces siempre en la oración, cuando te lo pida y cuando no. Que me acompañes en mis días buenos y los no tanto. Cuando sea de éstos últimos, esperame, no te vayas. Si estoy por el piso, alza mis ojos hacia la luz. Si el viento es demasiado fuerte no permitas que se lleve quien verdaderamente soy.
Es verdad, no será fácil porque tal vez en esos paisajes quebradizos mis modos no serán los mejores pero no dejes que el perfume fraterno se diluya. Lo siento. Si soy yo quien se aleja, no te mudes así sabré dónde ir cuando me descubra ausente y extraño en todo lugar.
Podré andar un tiempo solo y hasta tirar un poco más pero no por mucho. Pero no tardará en anclarme el peso de los pasos en soledad. Y todo se derrumbará, sin exagerar. El andar se poblará de preguntas, de reproches a decisiones tomadas. Y el corazón se irá raspando mientras se hará más permeable a la Vida. Ya no más mendigar alegrías pasajeras.
Para cuando esté, estate cerquita, susurrame sueños, propósitos que iba descubriendo el corazón. Mostrame la salida cuando parece no haber más puertas. Tende puentes a lo que con tu Fe podes vislumbrar que aunque yo no vea ni sienta, tus palabras bombearán esperanza de Vida . Quiero latir en tu corazón, necesito tu calor.
Sin Dios no puedo, y con vos Él lo hace posible.
Vos, yo y Dios allí, en medio nuestro.
Luz Huríe