El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Jesús le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir “¡Maestro!”.
Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'”.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
Palabra de Dios
P. Nicolás Retes Sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires
Hoy junto con toda la iglesia católica celebramos a María Magdalena. María Magdalena que tiene la gracia de poder ir al sepulcro, tener este encuentro cara a cara con el resucitado; no lo reconoce a Jesús, se encuentra con Él y piensa que es uno de los cuidadores del jardín, pero no es así: es Jesús resucitado. ¿Dónde lo han puesto? se pregunta ella. Jesús tiene un interesante diálogo con María Magdalena y le demuestra que es Él al decir su nombre: María. Ahí María realmente lo reconoce. ¿Qué es lo que hace María Magdalena que nos queda como ejemplo, como enseñanza?: lo va a anunciar a Jesús corriendo, apresurada. Este evangelio es el evangelio de las corridas, todos corren porque Jesús ha resucitado, al menos está ese rumor.
Es una mujer, es María Magdalena la que se encarga de ir a contarle a los demás que el Señor está vivo y que le había dicho estas palabras.
En nuestra vida es importante el anuncio de la resurrección, podemos preguntarnos hoy si nuestro corazón joven se anima a anunciar la resurrección de Jesús, si vivimos realmente con esta gran certeza, con esta alegría vital que Cristo ha resucitado.
Aquel que tiene fe, aquel que confía en la resurrección de Jesús y en su promesa, que nosotros también vamos a resucitar en el último día, esta convicción profunda hace que realmente podamos vivir de otro modo, la mirada de la fe que todo lo atraviesa y que nos invita con esperanza a seguir caminando, a seguir sembrando en el mundo de hoy a partir de la resurrección de Jesús. Este acontecimiento histórico cambia la humanidad, cambia la historia de este mundo, y la nuestra personal, hoy no estaríamos hablando de este tema de la resurrección de Jesús y de María Magdalena si no fuera así.
Estas bellas palabras del evangelio que acabamos de escuchar recién nos hablan de este gran amor que siente María Magdalena por Jesús. Estaba triste, dice el texto, dime donde lo han puesto, se lo han llevado. Bueno, ojalá ese sea el amor que también sintamos nosotros, a imagen de esta santa, esta gran santa pecadora pero reconciliada por Jesús, perdonada, ojalá nuestro amor sea como el de ella: intenso, fuerte, hacia Jesús. Reconocemos en ella algo de lo que todos llevamos dentro que es la debilidad, la fragilidad.
Que esta fiesta de María Magdalena nos enseñe entonces a no esconder nuestras fragilidades, nuestros límites, nuestras debilidades, sino al contrario, ofrecérselas al Señor para que Él las pueda transformar y las use en el buen sentido para hacernos mejores personas.