Evangelio según San Mateo 13,1-9

martes, 25 de julio de
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Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar.  Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. 

 

Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;  pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.  ¡El que tenga oídos, que oiga!”. 

 

Palabra de Dios

 


 

P. David Pintos sacerdote de la Diócesis de San Ramón de la Nueva Orán

 

Hoy meditamos de nuevo está parábola hermosa del Sembrador, en ella podemos descubrir el corazón de Dios y el de cada uno de nosotros: Salió el sembrador a sembrar y, encontró a gente como nosotros… Porque por si no nos hemos dado cuenta, nosotros, somos campo y sembradores a la vez. ¿Que…cómo puede ser? ¡Somos terrenos en los que se siembra y sembradores a la vez…!
Desde el día de nuestro Bautismo, el Señor, puso en nosotros la semilla de la fe… Y con el paso de los años, en el campo de nuestra vida, el Señor ha ido depositando, una y otra vez, la semilla de su amor, de su Eucaristía, del Sacramento de la Reconciliación…

 

Pero, como en los campos castigados por la sequía o por los yuyos, también con nosotros ocurre algo parecido: vaya saber por qué bendita razón dejamos malograr aquello que Dios depositó en lo más hondo de nosotros.

 

¿Qué tal va lo que sembré en ustedes? Nos pregunta el Señor. Que ¿qué tal va, Señor? ¡Aquí nos tienes! Lo intentamos; queremos ser de los tuyos, pero ¡nos cuesta taaanto!; llenos de proyectos, de ilusiones, de ganas, pero ¡tan incoherentes!.

 

¿Y cómo va la siembra? ¡También con muchas angustias Señor!: tenemos la impresión de que “trabajamos demasiado y muchas veces recibimos mala paga” ¿para qué tantos esfuerzos, tantos sacrificios sin recompensa…?

 

Y entonces, la parábola del sembrador nos regala una luz especial:

 

“El Sembrador arrojó la semilla al borde del camino, entre las piedras, entre las espinas y en tierra buena…” El aprendiz de sembrador “a lo Dios” no elige el terreno… No decide cuál es el terreno bueno y cuál es el desfavorable, cuál apto y cuál menos apto, cuál del que se puede esperar algo, y cuál por el que no vale la pena esforzarse… sólo siembra… todos los días… con buen o mal tiempo.

 

 

Tenemos que ser capaces de arriesgar la semilla por todas partes… porque no sabemos la fuerza, el poder oculto que tiene la semilla que sembramos con amor en el corazón de los demás…
Además ¿Saben una cosa? Es hermoso aprender a hacer numerosos gestos aparentemente “inútiles”… sólo por amor… sabemos que esa semilla en su momento y tiempo seguro dará su fruto sin darnos cuenta.

 

Por una parte le pidamos al Señor que la semilla de su amor crezca con fuerzas en el terreno de nuestro corazón. Y por otra parte sembremos siempre y en todas partes las semillas de gestos de amor. Que tengan un bendecido día.

 

Oleada Joven