Abuelos Eternos

miércoles, 26 de julio de
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Más de una vez vi esta imagen e inevitablemente pensé en mi viejito de bigote, invadida por una mezcla de tristeza por no tenerlo acá pero con la alegría y la paz de haber vivido años eternos con mi abuelo.

Creo que me queda incompleto el relato si no confieso que cuando miro para el costado todavía tengo una parte importante: la chola. Todavía puedo regalarle algo, tal vez no globos, pero sí un momento, un llamado, una visita fugaz…

Todo, por poco que sea, se transforma en inmenso en el corazón de los abuelos, porque así son ellos. Inmensos. Eternos. Generosos al 100%. Indudablemente mejores encubridores que el más mafioso cuando de cubrir a los nietos se trata, más determinantes en nuestra defensa que cualquier guardia, más tiernos que el más grande de los peluches. No se puede describir… Hasta que uno es nieto y lo vive.

La complicidad, la sinceridad, el consejo son dones que se potencian a mil. Supongo que por eso se extrañan tanto cuando faltan. Sí, también a pesar de que se ponen olvidadizos, insistentes, collares de sandía por momentos.

Santa Ana y San Joaquin fueron los abuelos de Jesús y verdaderos modelos. Pero vamos a estar todos de acuerdo en que nuestros abuelos salen de cualquier estándar porque, precisamente, se formaron a la medida de nuestras vidas. Y pocas veces hay amores así de grandes.

Así que ahí va, un globo al cielo (y con torta con crema, obvio), un feliz día a la Chola (con un llamadito de teléfono) y el deseo de que cuidemos este extremo de la vida… A los viejos les sobra corazón y no les importa si no hay lazos de sangre, tienen lugar para un nieto más.

Vero Hasenauer