Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.
Palabra de Dios
P. Nicolás Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires
Queridos amigos de Oleada Joven, este evangelio que acabamos de escuchar según San Mateo nos recuerda la siembra que hace el Señor en nuestros corazones y como va dando frutos de acuerdo a como este el terreno.
El terreno sin duda son nuestros corazones que pueden tener tierra fértil o como se describe aquí en la parábola puede ser que esa semilla caiga en diferentes terrenos ¿no?
En terreno pedregoso o sino al borde del camino y quizás a veces también puede ser que caiga en medio de las espinas, en donde La Palabra es ahogada. Donde las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas, la mundaneidad diría el Papa Francisco, hacen que esa Palabra pierdan su fuerza, no porque no la tenga internamente, pero si porque esa Palabra de Dios necesita de nuestra aprobación, de nuestra libertad, de nuestra apertura para poder recibirla y poder vivirla, en definitiva.
El evangelio de hoy nos invita a revisar nuestros corazones para ver cómo estamos escuchando, como estamos guardando como estamos tomando conciencia del mensaje de Dios.
Pidamos al Señor la gracia de tener un corazón con tierra fértil dispuesto a escucharlo siempre, en todo momento y a jugarnos por su reino