Caminar con Dios… ¡Quédate conmigo Señor!

miércoles, 30 de agosto de
image_pdfimage_print

Sentir, sentir

Sentir que te me vas Señor.

Sentir que doy un paso, y Tú te alejas dos.

¡Qué débil me siento Dios!

Tan pequeño, tan impotente, tan nada…

Sentir que te me escurres como el agua del arroyo

Ni mis mejores actos, ni la mejor versión de mi alcanza para seguirte el ritmo…

Es como que caminas conmigo, pero un telón invisible separa lo humano y pecador, de lo bueno, lo bello, lo perfecto…

Y siento que lucho en vano

que es tan grande la batalla, y no sé si algún día logre llegar a destino.

Pero por el costado de mi ojo vislumbro aún tu sombra, sigues ahí.

Sigues camino. Pareciera que mas animado que nunca, con paso firme.

Y yo de este lado pareciera morir, agonizando, avanzando con paso cansino.

¡Y es que claro que abandonaría camino ya!

¡Me lanzaría al piso para alivianar mis dolores y me diría ¡listo, hasta aquí llegue!

Pero es que Tú sigues. ¿Como puedo ser tan flojo?

Se estremecen mis entrañas y la vergüenza me invade. No quiero fracasar.

Es que tu presencia poderosa que camina con liviandad, paciencia y frescura me invita a continuar, ¡Qué liviano es para Vos el camino!

Lo facil que parece para Vos, me anima. Retomo con alegría.

Y es hasta que me paro en mis propias piernas, en que vuelvo a sentir el dolor punzante. ¡Duele! Que desafío…

Solo me miras, me contemplas desde aquel lado. Solo callas.

De repente una sonrisa pequeña y de costado se escapa de tu rostro.

¡He de seguir!

Sentir que ese gesto llego a mi alma, una fuerza poderosa me renueva, me alienta, y aún sin yo quererlo… ¡Di otro paso!

Y es lo que estoy haciendo… Aquí sigo Señor… Paso a paso…

Doloroso, penoso y agobiante por instantes. Duele el corazón.

Pero es que ya conocí tu mano. Ya no pueden caber dudas en mí.

Por eso sigo Señor.

Solo Tú sabes cuanto falta, cuanto más he de andar así errante…

A veces el camino es facil, se presenta una llanura amigable, peor cuando no lo es…

Debo una y otra vez volver el rostro, levantar la mirada, tener tu sonrisa que sana, aliviana y reconforta.

¡Quédate conmigo Señor!

Te imploro, te ruego ¡Quédate conmigo, que se hace larga la noche!

Que así sea, siempre.

Sofía Defagot