“Tú me seduciste,Señor, y yo me dejé seducir; me haz forzado y me has vencido. Se ríen de mí sin cesar, todo el mundo se burla de mí. La palabra del Señor se ha convertido para mí en constante motivo de insulto y burla. Yo me decia: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero era dentro de mí como un fuego ardiente encerrado en mis huesos; me esforzaba en sofocarlo, pero no podia.” Jeremías 20 7-9
Muchas veces nos gana el désanimo como al profeta Jeremias cuando al salir a la vida cotidiana nos encontramos con un mundo adverso que le da la espalda a Cristo, y que dificil es entonces llevar su palabra. Sentimos que no somos escuchados, y muchas veces somos motivo de risa y burla. Sin embargo al igual que el profeta existe dentro de nosotros un fuego ardiente. Un fuego que nos ánima a seguir, que nos invita a no bajar los brazos.
Cuando el désanimo se haga presente que sensación más maravillosa que dejarnos abrazar por ese fuego que arde en nuestro corazón. Abrazarnos a su cruz.
Y vos, ¿te dejas abatir por tus inseguridades y las expectativas de los demás? Abrazá la cruz y confiá.