Dios y Padre nuestro,
tú sembraste en San Gerardo María Mayela
un amor increíble a tu Hijo Crucificado,
con quien se identificaba,
ayúdanos a seguir siempre tus pasos
y ofrecerte nuestra vida sin guardarnos nada.
A ti te invocamos, Señor de toda vida,
que concediste a san Gerardo,
a lo largo de su corta existencia,
un especial cuidado por la vida naciente y las mujeres embarazadas.
Este rasgo típico de su caridad
constituye para toda la Iglesia un estímulo
a amar, defender y servir siempre a la vida humana.
Bendice, por intercesión de San Gerardo,
a todas las mujeres que esperar un nuevo nacimiento
y a los hijos que llevan sus entrañas,
para que ambos lleguen sanos a un feliz alumbramiento.
Y a toda tu Iglesia dale el don de amar,
anunciar, defender y ofrecer la vida,
que es el mismo Redentor Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.