Evangelio según San Lucas 17,11-19

martes, 14 de noviembre de
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Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. 

 

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. 

 

Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. 

 

Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?”.  Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”. 

 

Palabra de Dios

 


P. David Pintos sacerdote de la diócesis de San Ramón de la Nueva Orán

 

 

En el Evangelio de hoy vemos la curación que Jesús hace a diez leprosos, pero también vemos que sólo uno se vuelve para agradecer y ver en todo esto la acción de Dios teniendo misericordia con él.

 

Porque Dios es así, es compasivo, misericordioso, que está pendiente de lo que nos hace falta, que nos escucha, que está cerca para darnos la salud y curar nuestras heridas. Tenemos un Dios generoso y que no le da asco acercarse a nosotros si estamos leprosos para curarnos, para sacarnos del aislamiento e insertarnos de nuevo a los hermanos y a la sociedad. En este pasaje del Evangelio podemos ver el corazón de Dios.

 

Pero también vemos como muchas veces es el corazón del hombre, un corazón desagradecido, un corazón ingrato, un corazón que fácilmente se olvida de quien es el que lo salva y sana. Solamente uno se volvió para agradecer ¿Y los demás? ¿Dónde están? No tenemos que ser desagradecido con nadie y mucho menos con Dios. Al contrario nos acerquemos y le demos gracias por tanto que hace por nosotros. 

 

Muchas veces la figura del leproso no es solamente una figura de enfermedad sino también de aislamiento, de soledad porque los leprosos eran expulsados para estar afuera de la ciudad. Imagínense, no es sólo estar enfermo sino ser rechazado, aislado!!! En ese estado Dios se acerca!!! ¿Cómo no estar agradecido por esto?

 

Cada uno de nosotros ¿reconoce todo lo que Dios hace por nosotros? ¿Agradezco a Dios por las curaciones que me hizo? O ¿soy un ingrato que fácilmente me olvido de él a pesar de haberme sanado?

 

Hoy lo que podemos hacer es pensar en todas las bendiciones que hemos recibido de Dios y hacer como el leproso sanado, ir a los pies de Jesús y agradecerle todo lo que hizo por mí. Que tengan un bendecido día

 

Oleada Joven