Son tiempos de exámenes, de esfuerzo y de mucho estudio. Si logramos alzar la mirada descubrimos que no estamos solos que son muchos los que también están en la misma e incluso, en la vida de los santos, hombres y mujeres de carne y hueso que pisaron nuestra tierra, también aparecen estas dificultades.
¿Sabías que a San Cupertino su mamá le decía que era un “bueno para nada” y que vivía con la boca abierta y hasta se tragaba las moscas abstraído en sus pensamientos celestiales? ¿O que al Cura de Ars le costaba horrores estudiar, y al tener poca capacidad, lo enviaron a que fuera párroco en el pueblo francés más pequeño y alejado de la diócesis? Más acá en el tiempo, Pier Giorgio Frassati también consideraba que los estudios eran su cruz y le costaba mucho concentrarse y sentarse a estudiar. Su carácter y su corazón lo impulsaban a estar en movimiento y al servicio permanentemente.
Chiara Luce y la vez que repitió el año
Durante el otoño de 1985, Chiara prosigue sus estudios en el instituto, a fin de cumplir su sueño: estudiar medicina y marchar a África para curar a los niños. La familia se traslada entonces a Savona, donde posee un apartamento. Los fines de semana, con gran alegría por parte de todos, regresan al pueblo.
El curso académico resulta una dura prueba para la joven, y, a pesar de su gran dedicación, los resultados son decepcionantes. No hay conexión con una de las docentes, quien la evalúa de manera inadecuada y la obligará a repetir. La incomprensión de esa profesora le causa mucho sufrimiento, pero de sus labios nunca sale opinión ni palabras de descortesía hacia ella.
Un episodio, en particular, revela su caridad. Un día, unos alumnos se percatan de que dicha profesora está a punto de tomar una escalera; en un abrir y cerrar de ojos, se precipitan detrás de ella con la finalidad de hacerla caer, pues son muchos los que tienen quejas contra ella. Chiara se apresura a detenerlos y los desvía de ese acto de venganza. Comprendiendo lo que acaba de ocurrir, la docente dirige hacia Chiara una mirada de agradecimiento.
Por la misma época, surgen algunas dificultades en el grupo de jóvenes de los Focolares, con motivo de una nueva compañera con la que Chiara no se lleva bien. Incluso se pregunta sobre la oportunidad de proseguir su camino en el Movimiento. Pero ella reza y ofrece a Jesús ese nuevo sufrimiento, sin dejar entrever nada a los demás miembros del grupo. Solamente una amiga se da cuenta de hasta qué punto Chiara se reprime para que las dificultades que encuentra, incluidos sus fracasos académicos, no pesen sobre sus compañeras, y aporta el siguiente testimonio: «Vive constantemente para los demás, para la buena marcha del grupo. Se muestra serena y sonriente, a pesar de lo que está viviendo».
Al final del curso académico, Chiara escribe a otra amiga: «Puede que ya sepas que me catearon. Para mí, fue un dolor muy grande. No conseguí ofrecer enseguida ese dolor a Jesús. Necesité mucho tiempo para recuperarme, y aún hoy, cuando lo pienso, tengo ganas de llorar un poco. ¡Pero es Jesús abandonado!».
Algunos meses después escribe: “He descubierto que Jesús Abandonado es la llave de la unidad con Dios y quiero elegirlo como mi esposo y prepararme para cuando viene. ¡Preferirlo! He entendido que podemos encontrarlo en los alejados, en los ateos y que debo amarlos en modo especialísimo, sin interés”. Su mamá, recordando este tiempo de la vida de Chiara cuenta: “Ella trataba de estudiar, se esforzaba, no con el fin de ser la mejor, sino para poder decir delante de Dios que había hecho toda su parte. Este fue su primer gran dolor ».
¡Ánimo!
Vos sos más que tu capacidad para estudiar y sabé que el Señor está a tu lado en esta empresa de aprender y crecer para mejor servir. Lo mejor que podemos hacer es poner todos los medios para que nos vaya bien (estudiar, ser constantes, tener disciplina) y, como dice San Agustín, “reza como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti”.
Si tenés algún traspié o te desaprueban, ¡Ánimo! a sacudirse el polvo y seguir adelante.