Ser Adorador Eucarístico

lunes, 4 de diciembre de

La santidad y la grandeza de Dios tienen algo abrumador para el hombre, pues el alma conmovida no puede hacer otra cosa más que alabarlo, y el cuerpo respondiendo a su espíritu se arrodilla admitiendo su pequeñez ante semejante magnificencia. Adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento es admitir que nos encontramos ante Dios, Señor y Creador de todas las cosas. Incluso reconocemos que el pan que se encuentra ante nosotros es la Eucaristía. En las palabras de San Francisco “El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote”.

 

“Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos, es el Reino de Dios” (Mt. 19, 14). “Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en Él. Y abrazaba a los niños, y los bendecía imponiendo las manos sobre ellos.” (Mc. 10, 15-16). Sólo los humildes escuchan su voz, así Jesús, nos explica la importancia de ser pequeños de alma y corazón. Ser adorador, es ser un niño que habiendo caído llama a su Padre para que le consuele por la herida.

 

Adorar a Dios en el único templo agradable a sus dulces ojos, el Cuerpo Resucitado de su Hijo, no tiene precio. Desde que uno entra a la capilla un ambiente de paz eclipsa todo sentimiento del mundo, las penas y el cansancio adquieren un sabor diferente. Un vínculo silencioso une a los hermanos presentes, como las cuentas unidas del rosario así la Virgen nos ha unido, por un propósito que va más allá de nuestra comprensión. Ante su Hijo la carga de nuestra cruz no pesa más que un lirio, que enternecedor es sentir es Su Amor.

Dios derrama gracias sobre todo el mundo hasta el fin de los tiempos y continuarán por siempre. Esto se debe al aprecio que siente por aquellos que aman a su Hijo en el Santísimo Sacramento. Dios Padre pasará toda la Eternidad agradeciéndote y amándote en el cielo, porque tú has honrado a su Hijo en la Eucaristía.

 

La adoración perpetua es Jesús que dice a su pueblo: “Mí casa es tu casa”. Es una puerta siempre abierta, un signo de los brazos abiertos de Cristo siempre invitando, dando la bienvenida y abrazando a cada uno de los que se acercan a Él exponiendo la luz del Amor Divino en la custodia.

 

Cuando eres adorador puedes, con el tiempo, ser testigos de los cambios que nos ocurren, algunos de estos son:

  •    *Desarrollarás un sentido de asombro y maravilla: Cuando más te hundes en el silencio frente a Él, más te darás cuenta de que la única respuesta es la admiración y el asombro ante la grandeza de Dios y todo lo que es de Él.
  •    *Experimentarás la paz en otras áreas: La paz de la capilla, comienza a afectar otras áreas de nuestra vida. No significa que todo será perfecto, pero la paz de Cristo nos acompañará durante las tormentas.
  •    *Comenzarás a mirar fuera de ti mismo: Te abrirá los ojos para poder mirar más allá de tus propias preocupaciones y ver las necesidades de los demás.
  •    *Algunas veces será aburrido pero…: Nuestra fe es mucho más que sentimientos, el esfuerzo y la disciplina también importan. Con tu perseverancia Dios seguirá trabajando en ti.
  •    *A pesar de que te cueste, estarás entusiasmado de ir: Descubrimos que nos ama y que quiere pasar tiempo con nosotros. Si alguna vez se sintió como un deber, luego se convertirá en un acto de amor, en una necesidad.
  •    *La gracia entrará en tu vida: Podemos continuar llevando su presencia mucho después de haber salido de la capilla, su gracia es la que ahora nos sostiene.
  •    *Te darás cuenta de lo afortunado que eres: Si con solo caminar, andar en bici o subirte al auto es suficiente para llegar a la iglesia, entonces tienes mucha suerte. Hay quienes les encantaría pero por enfermedad, trabajo o persecución, por su fe, no pueden acercarse. Sabrás que es un regalo poder orar abiertamente.
  •    *Querrás confesarte más seguido: La confesión nos permite experimentar su océano infinito de misericordia. Abraza todos nuestros pecados y nos da una libertad sin miedo que nos permite dar un salto al amor y la bondad.
  •    *Te enamorarás: Cuando pasamos mucho tiempo con el corazón abierto en adoración y dejamos que Cristo nos ame, entonces lo amaremos también. Ese amor nos define y nos permite ser nosotros mismos: “Yo he venido para que tengan vida, y vida en abundancia” (Jn. 10, 10).

 

El amor de Dios sólo puede transformarnos en perfección santa, no tengan miedo vengan al Padre que Cristo abrió la puerta de Su Casa y estamos todos invitados al banquete del Señor. Y recuerden, como dijo una vez San Agustín “Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que encuentre descanso en tus brazos”.

 

Fátima Ricchini