La Misión del Adorador

lunes, 4 de diciembre de

¡Lo que realmente debemos hacer es justamente decirle a la gente cuan bondadoso es Jesús en el Santísimo Sacramento! El mejor tiempo invertido en la tierra, es el tiempo que pasas junto a Él. Y es la forma más segura de producir gran fruto apostólico. Porque hay cinco dones que recibimos cada vez que visitamos a Jesús. Por sus llagas gloriosas somos transfigurados y cambiados por medio de Su Amor sanador. Las gracias que derrama con generosidad sobre nosotros por cada visita son: Restauración, Santidad, Conversión, Reparación, y Salvación. Incluso el Papa Pablo VI dice en Mysterium Fidei que la forma más eficaz para crecer en santidad, es el tiempo que se pasa con Jesús en la adoración perpetua.

 

El adorador además de rezar debe mendigar el amor de las personas por “el Pan Vivo que bajó del cielo”. Rogarle a la gente que amen a Jesús en el Santísimo Sacramento. Pues las gracias que derrama son inmensas, tanto que abarcan mucho más que simplemente a quien lo visita porque adquirimos para nosotros pero también para los demás innumerables favores de lo alto. En la capilla fluye un caudal ininterrumpido de oración. La oración es el poder más grande del universo, un poder transformador.

 

Cuando nos acercamos a Cristo, NOS ACERCAMOS A LA CRUZ. Durante nuestra hora santa presentamos al Corazón Eucarístico de Jesús, aquellas almas más necesitadas de su misericordia. Incluso aquellos más desesperados de Su Perdón son sellados y señalados con la Preciosísima Sangre de Jesús, aún los que van a morir ese mismo día. Son salvados por la simple acción de rezar ante el Cordero Inmolado. ¿No les parece que esa es una razón suficiente para sacrificar unos cuantos minutos al día?

 

 

 

El Papa Juan Pablo II en Dominicae Cenae, dice que la adoración sirve para hacer reparación por los males del mundo. No hay límite en el valor de una hora santa, porque los méritos de la Cruz son infinitos. Con cada hora santa que hagamos, atraemos a la parroquia y al mundo entero, las gracias que Jesús obtuvo para nosotros en el Calvario. El triunfo de la Cruz es la misericordia que obtenemos del Santísimo Sacramento.

 

Con frecuencia San Francisco pasaba la noche entera rezando anta el Santísimo Sacramento. Su único deseo era la transformación de su vida en unión con Cristo. Una noche de julio en 1216, Cristo se le aparece mientras él rezaba. Después de la visión, San Francisco exclamó: “Los mandaré a todos al paraíso”. Él estaba más convencido que nunca del poder de la oración para salvar almas. El 14 de Septiembre, un serafín con alas de fuego bajó del cielo sobre Francisco mientras hacía contemplación e imprimió en su carne la marca de los clavos y la llaga de la lanza en su costado. Todos en la región vieron el Monte Verna envuelto en una luz como si hubiese amanecido. El hermano León vio una bola de fuego descender sobre el rostro de San Francisco cuando recibió los estigmas. Menciono esto, porque la transformación que toma lugar en tu alma es mucho más real y dramática, cuando pasas tiempo ante Cristo, que la transformación física que tuvo lugar en el cuerpo de Francisco cuando fue estigmatizado.

 

Una de las mejores oraciones para rezar ante la Eucaristía, es el Rosario, tú amas a Jesús con el corazón de María. Unidos al Corazón de María por el rosario, haces una perfecta hora santa porque lo amas con el amor perfecto de la Santa Madre. Y muchas más misericordias concederá Dios al mundo por la intervención de la Virgen María.

 

Juan Pablo II beatificó a Dina Belanger, por su fervorosa adoración perpetua. Ella era una mujer canadiense muy devota de la oración ante el Santísimo. Antes de la hora santa, Jesús le mostraba multitudes de almas al borde del precipicio del infierno. Ella podía ver estas mismas almas en las manos de Dios después de su hora santa. Jesús le dio a la venerable Dina, un mensaje para transmitir a la Iglesia. El valor de una visita es tan grande, que lleva multitudes de almas de la orilla y borde del infierno, a las mismas puertas del cielo. Reza ante su Hijo y el Padre te estará eternamente agradecido por las innumerables almas que habrás ayudado a salvar.

 

Fátima Ricchini