Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”. El les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”. Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Palabra de Dios
P. Héctor Lordi sacerdote de la Orden de San Benito del Monasterio de los Toldos
Jesús va a casa de Pedro y cura a su suegra. La toma de la mano y la «levanta». Se usa el mismo verbo levantar para resucitar. No debe ser casual que se utilice el mismo verbo que servirá para la resurrección de Cristo, «levantar». En la curación de la suegra de Pedro estamos representados todos. Es como que Jesús nos levanta de la postración del pecado, y nos resucita a una vida nueva. Cristo va comunicando su victoria contra el mal y la muerte, curando enfermos y liberando a los poseídos por el demonio. Luego Jesús sana a otros muchos enfermos y endemoniados. Jesús es el hombre para los demás, es el hombre para los otros, es el hombre del servicio, siempre está ayudando. Su vida es entrega permanente a Dios y a los hermanos. A Dios: vemos que le dedica mucho tiempo a la oración, y con los hermanos: vemos que siempre está dando una mano o sanando o ayudando. En su relación con Dios se hace tiempos prolongados de oración. Se hace su tiempo para rezar a solas con su Padre. Y de ahí saca fuerzas para la misión, para continuar predicando por otras aldeas. No se queda quieto. Siempre está llevando a los demás la Buena Noticia del Evangelio. Ha venido a evangelizar a todos.
Hoy también, como Señor resucitado, Jesús sigue haciendo con nosotros lo mismo que hacía cuando vivió en esta tierra. Está vivo, está presente como Resucitado. Sigue luchando contra el mal y curando si se lo pedimos, de nuestros males, de nuestros demonios (como el demonio de la soberbia y del egoísmo), nos va sanando de nuestras miserias, de nuestras esclavitudes, de nuestras debilidades. La suegra de Pedro apenas curada se puso a servir. Ella agradece sirviendo. Servir tiene que ser la nota característica del cristiano. Es la actitud fundamental del mismo Cristo. A eso ha venido, no a ser servido, sino a servir y a curarnos de todo mal. Y es lo que tenemos que hacer todos. Distinguirnos por el servicio, empezando por nuestras familias. Dice Tagore que el que no vive para servir no sirve para vivir.
Jesús nos da un ejemplo de cómo conjugar la oración con el trabajo. El, que tantas ocupaciones, predicando, curando y atendiendo a todos, encuentra tiempo, tal vez robando horas al sueño, para la oración personal. Jesús es modelo de oración y de trabajo. Con el mismo amor se dirige a su Padre y también a los demás, sobre todo a los que necesitan de su ayuda. En la oración encuentra la fuerza de su actividad misionera. Lo mismo deberíamos hacer nosotros: alabar a Dios en nuestra oración y luego estar siempre dispuestos a atender a los que nos necesitan ofreciéndoles nuestra mano acogedora. Que Dios nos bendiga a todos y llene nuestras vidas de paz y de alegría, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.