Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!”.
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. El les dijo: “¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?”. Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: “Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.
Palabra de Dios
P. Matías Burgui sacerdote de la Diócesis de Bahia Blanca
En el evangelio de hoy, Marcos 7, del 14 al 23, la palabra nos presenta la discusión de Jesús con los fariseos acerca de lo que es puro e impuro. Es un relato que tiene un simbolismo muy grande pero una vigencia aún más grande todavía. Por eso te propongo que meditemos algunos puntos:
El primero es “vivir en la libertad”. Jesús habla sobre la pureza y la impureza, pero no como se entendía hasta ese momento. Y acordate que en el judaísmo de esa época no se comían algunos alimentos porque eran considerados impuros. Entonces, no es que el Señor habla de lo que se puede o no se puede comer, porque deja en claro que nada es impuro, sino que va más allá. Él dice que lo que hace impuro al hombre es lo que sale de él, lo está en el corazón, no algo exterior. Fíjate qué interesante que es esto porque uno puede estar como inmerso en la impureza y no darse cuenta. Impureza en todo sentido, ¿eh?: lo que vemos, lo que hablamos, lo que escuchamos, las intenciones en el pensar y en el actuar también. Muchas veces nos acostumbramos a esas cosas y nuestros corazones van perdiendo eso de lindo y puro que nos quiere regalar el Señor. Por eso, ¿cómo se logra la pureza? Bueno, el Señor nos da una clave: empezando primero por nuestros corazones. Es decir, ir lavando nuestro interior para tener realmente una novedad. ¿Cuál es la novedad más grande que te viene a traer el Señor? Que hay algo que Dios sueña para vida, y que ese algo es la libertad. Una libertad que no consiste en hacer lo que uno quiere solamente, sino en ir y encontrarle un sentido, un propósito a cada acción. Descubrir qué hace que hagas una cosa y no otra. Dios nos pensó para ser felices, para estar en amistad con Él. ¿Querés ser libre verdaderamente? Bueno, recordá que Él siempre te va a amar y te va a sostener.
En segundo lugar, “tener cuidado con lo de afuera”. Vemos también en el pasaje de hoy que el Señor les explica a su apóstoles, porque no alcanzan, no terminan de comprender bien a qué se refería. Hay que tener cuidado con lo que va al corazón, al interior, dice Jesús. Entonces, vivir en la pureza es una gracia que hay que pedir, porque a veces nos alejamos muy fácil de la presencia de Dios. Muchas veces vos y yo también nos hacemos daño, somos orgullosos, buscamos la salida fácil, rifamos nuestra paz por nada, nos cuesta perdonar, herimos a los que están cerca. Bueno, cuántas situaciones, cuántas elecciones y cuántas actitudes que nos dejan como vacíos, que nos hieren, pero que también hieren y lastiman a los que tenemos al lado. Seguramente alguna se te ha ocurrido, ¿no? Por eso tenemos que aprender a decir basta. Tal vez en tu trabajo, en tu casa, con tu familia, en la facultad, incluso en la misma parroquia haya situaciones complicadas, situaciones de pecado en las que nos vamos acostumbrando a vivir, en las que nos volvemos indiferentes o apáticos. Y entonces claro, es muy fácil caer en esto de “y bueno, todo el mundo lo hace, yo también lo voy a hacer”. Es como que vamos justificando lo negativo. Y no estamos hablando de que tenés que armarte una coraza, sino justamente de permitirte ser diferente en este mundo en el que vivís. Pedile al Señor un corazón atento y fíjate cómo podrías vivir esa pureza de corazón hoy.
El tercer y último punto es “trabajar la interioridad”. Sos libre porque fuiste creado a imagen y semejanza de Dios. Por eso, de tu corazón puede venir todo lo bueno, pero, si te descuidás, por el pecado, puede venir todo lo malo también. Depende de vos y de lo que vayas cultivando en tu interioridad, en tu vida espiritual. Por eso hoy dejame que te pregunte cómo estás trabajando ese aspecto de tu vida. ¿Qué es lo que entra y qué es lo que sale de tu corazón? Cultivar tu vida espiritual es meterte en vos mismo y en Dios para que el Espíritu Santo te vaya guiando. Es hacer silencio para descubrir esa voz de Dios, encontrarte con la palabra, con la oración, con los sacramentos, servir a tus hermanos. Bueno, cuántas maneras de trabajar tu interior que Dios te regala. Ahí está esa paz y esa tranquilidad que muchas veces buscamos por fuera. Así que acordate: cada vez que estés alejado, que te estés alejando, pedile al Señor que haga crecer en vos ese querer estar con Él, ese tenerlo presente en el día a día. Pensá entonces, qué signos hoy Dios te está regalando para que puedas encontrarte con Él.
Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañen siempre. Amén.