Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Palabra de Dios
P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca
Hoy es miércoles de ceniza, comenzamos la cuaresma, y por eso nuestra madre la iglesia nos invita a recorrer un camino de interioridad. Y, si bien no es día de precepto, es bueno poder compartir la eucaristía porque la misa nos acompaña con un signo muy especial que es la “imposición de las cenizas”. Todo nos habla de volver a Dios, algo que siempre es un proceso que tiene que estar marcado por cambios en nuestras vidas y en nuestro corazón.
Justamente, la liturgia nos propone el texto de san Mateo, capítulo seis, del versículo uno al seis y del dieciséis al dieciocho; donde Jesús aconseja a sus discípulos y los ayuda a entender que lo más importante es buscar la voluntad del Padre. El Señor dice que hay que hacer todo no para ser reconocidos, no para que nos vean los demás, sino para acercarnos a cada vez más a Dios.
Eso nos ayuda a meditar un poco algunas actitudes.
Por un lado déjate sorprender Dios.
La cuaresma tiene que ser como un gran retiro en lo cotidiano para vos y para mí. Por eso hay que ir tomando conciencia de que el señor quiere darte una gracia especial y que eso tiene que ver con tu vida. Hoy, cuando te acerques a recibir las cenizas, quien te las imponga te va a decir frases muy cargadas de sentido: “sos polvo y al polvo volverás” o “conviértete y cree en el evangelio”. Ambas son una invitación a la conversión, a cambiar de vida. La ceniza es un sacramental, lo que quiere decir que el efecto de la gracia depende de la disposición de quien lo recibe. Es importante, entonces, descubrir que estamos viviendo una nueva cuaresma y no “una cuaresma más”. Que este tiempo no se convierta entonces en una rutina en tu vida. Pedile al Señor que con tu disposición y su ayuda puedas volverte hacia Él. Por eso, proponete comenzar este tiempo con una actitud diferente. Pensá qué gracia te gustaría que el Señor te regale, que aspecto de tu vida espiritual podés trabajar para no tener un corazón frío.
Por otro lado, tené actitudes concretas.
En el Evangelio se nos habla de la base de la cuaresma, y lo que no puede faltar en este tiempo de preparación son los consejos que da el Señor. Jesús está indicando tres grandes aspectos que nos tienen que ir acompañando en estos cuarenta días. Habla del ayuno, de la limosna y de la oración. Qué bueno poder vivir esto concretamente. Son actitudes que vos ya conocés, pero que nunca está de más repetir.
Viví la oración, porque estás llamado a vivir un diálogo profundo con el Señor. Para eso, podrías rezar el rosario, buscarte tu rato de meditación personal, visitar el sagrario, acercarte a la palabra. Pero la clave de todo es hacer silencio interior para escuchar. Por eso es importante elegir el ese silencio, tener tu tiempito para quedarte a solas con Dios, pero también para compartir en comunidad. Acordate que hay muchos tipos de oración, buscá el que más te ayude.
Practicá el ayuno. Poder trabajar ese privarnos de lo que nos gusta para alimentarnos de Dios. Atención, el ayuno tiene ese fundamento: no permitirme ese
algo que me gusta, que me cuesta dejar, para poner en el centro a Dios. Alimentarme solamente de las cosas de Dios. Es hacer un esfuerzo desde el dedicarte a Jesús. Pasa por una visión sobrenatural. Mirá tu vida y pensá qué le podés ofrecer al Señor. Quizás un poco menos de televisión, o no tener tanto el celular en la mano. A lo mejor le podés ofrecer incluso hasta el mate. Pero acordate, no es la privación por la privación misma. Es reconocer que todo lo que soy y lo que tengo se lo debo a Dios. Que el Señor aparte de nosotros todo lo que nos aleja de Él.
Da limosna, que puede ser algo material, pero no necesariamente dinero: es un esfuerzo para darle al otro. Por ejemplo, qué te parece si le regalás una Biblia a ese que no tiene o algún buen librito de espiritualidad. Tal vez puedas abrir un poco más el corazón y compartir tu mesa con alguien que lo necesite, poder escuchar o quizás dar de tu tiempo para visitar a un enfermo. Es decir, que tu esfuerzo sea para la mayor gloria de Dios. Colaborá para ser generoso no solamente con lo material, sino también con el tiempo que dedicás con tus cualidades, con tus capacidades que pueden ayudar al que tenés al lado. Y acordate, por favor: siempre mirá a los ojos, encontrate con tu hermano y reconocé en su mirada la del mismo Jesús. Recibiste gratuitamente, da también gratuitamente. Sé creativo para el bien.
Hay una certeza que no podemos perder: estamos llamados a la eternidad. Y en esta vida siempre se puede empezar de nuevo. Buen inicio de cuaresma. Que la bendición del Buen Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañen siempre. Amén.