La Ley no ha sido escrita para hacernos esclavos, sino para hacernos libres, para hacernos hijos; detrás de la rigidez hay otra cosa, ¡siempre! Y por esto Jesús dice: ¡hipócritas!
Detrás de la rigidez hay algo escondido en la vida de una persona. La rigidez no es un don de Dios. La mansedumbre, sí; la bondad, sí; la benevolencia, sí; el perdón, sí. ¡Pero la rigidez no! Detrás de la rigidez hay siempre algo escondido, en tantos casos una doble vida; pero hay algo también de enfermedad. ¡Cuánto sufren los rígidos: cuando son sinceros y se dan cuenta de esto, sufren! Porque no logran tener la libertad de los hijos de Dios; no saben cómo se camina en la Ley del Señor y no son felices. ¡Y sufren tanto! Parecen buenos, porque siguen la Ley; pero detrás hay algo que no los hace buenos: o son malos, hipócritas o son enfermos. ¡Sufren!.
En la parábola del hijo pródigo, según la cual, el hijo mayor, que se había comportado siempre bie, se indigna con su padre porque vuelve a acoger con alegría al hijo menor disoluto, pero que había regresado a la casa arrepentido. Esta actitud hace ver qué hay detrás de cierta bondad: “la soberbia de creerse justo”:
Detrás de este hacer bien, hay soberbia. Aquel sabía que tenía un padre y en el momento más oscuro de su vida fue a lo del padre; éste del padre, sólo entendía que era el patrón, pero jamás lo había sentido como padre. Era uno rígido: caminaba en la Ley con rigidez. El otro ha dejado de parte la Ley, se ha ido sin la Ley, contra la Ley, pero en un determinado momento ha pensado en el padre y ha vuelto. Y ha tenido el perdón. No es fácil caminar en la Ley del Señor sin caer en la rigidez.
Oremos al Señor, oremos por nuestros hermanos y nuestras hermanas que creen que caminar en la Ley del Señor es convertirse en rígidos. Que el Señor les haga sentir a ellos que Él es Padre, y que a Él le agrada la misericordia, la ternura, la bondad, la mansedumbre, la humildad. Y que a todos nos enseñe a caminar en la Ley del Señor con estas actitudes.
Papa Francisco