Amistad y amor verdadero

viernes, 9 de marzo de
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Hay ciertos amores que parecen extremamente grandes y perfectos a los ojos de las creaturas, pero que ante Dios se encontrarán pequeños y sin valor. La razón es que esas amistades no están fundadas en la verdadera caridad, que es hacia Dios, pero solamente en ciertos acuerdos e inclinaciones naturales. 

Por el contrario, hay otras que parecen extremamente pobres y vacías a los ojos del mundo pero que ante Dios se encontrarán plenas y excelentes porque se han hecho por Dios y en Dios, sin mezclar nuestro propio interés. Los actos de caridad que hacemos de esta manera hacia aquellos que amamos son mil veces más perfectos, en la medida que todo es puramente para Dios, pero los favores y otras ayudas que hacemos a aquellos que amamos por inclinación son menores en mérito, a causa de la gran complacencia y satisfacción que obtenemos al hacerlos, y que, ordinariamente, los hacemos más por ese movimiento que por el amor de Dios. 

Hay todavía otra razón que hace que las primeras amistades de las cuales hemos hablado sean mínimas ante las ultimas: es que no duran, porque la causa es tan frágil, que desde que llega alguna dificultad, se enfrían y alteran, lo que no ocurre a aquellas que reposan solamente en Dios, porque su causa es sólida y permanente. 

Los signos de amistad que hacemos contra nuestra propia inclinación hacia las personas contra las cuales sentimos antipatía, son mejores y más agradables a Dios que aquellos que hacemos por afecto sensible. Esto no debe llamarnos a la duplicidad o al disimulo, ya que si tengo un sentimiento contrario éste se encuentra solamente en la parte inferior, y los actos que hago, los hago con la fuerza de la razón, que es la parte principal de mi alma. 

Es así que aquellos que no tienen nada de amable son felices, pues el amor que se les expresa es excelente, porque está en Dios.

San Francisco de Sales

Foto: Manos a la Obra Rosario