Evangelio según San Juan 5,17-30

martes, 13 de marzo de
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Jesús dijo a los judíos: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”. Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.

Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: “Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.

Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán.

Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre. No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

 

 

 

El pasaje del evangelio que compartimos hoy, Juan capítulo 5, del 17 al 30, nos muestra la respuesta que el Señor da a quienes lo criticaban por haber realizado una curación en sábado. Una vez más Jesús invita a ir a lo esencial y, en esa invitación, revela algo de su identidad. Él y su Padre, son uno. Tratemos de meditar un poco para ir llevando la Palabra a nuestro andar cotidiano.

 

En primer lugar, cultivá la unidad

Dice el evangelio que la gente se empezaba a enojar con Jesús porque él se hacía igual a Dios, llamándolo su propio padre. Claro, ahí está la divinidad del Señor puesta de manifiesto. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre y expresa su divinidad haciendo la voluntad del Padre: lo que hace el Padre, lo hace el Hijo. Es decir, entre Jesús y el Padre hay una intimidad, una unidad en la voluntad, en el amor, en el ser y también en el querer. Lo bueno sería que vos y yo busquemos ese vínculo, que seamos con Dios “de tal palo, tal astilla”. Qué importante es buscar siempre la unidad en nuestra vida. Unidad con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Eso implica descubrir que somos hijos, que no hay nada que pueda hacer ni para bien ni para mal, que haga que Dios me deje de llamar y de amar. Cuando podemos experimentar este amor, la vida se vuelve más clara, porque descubrimos que no es imposible creer y obrar de acuerdo a eso, esa es la unidad interior. Pero, hoy más que nunca tenemos que trabajar la unidad entre nosotros, como hermanos, ver la manera de aprender a perdonarnos y aceptarnos como somos. ¿Cómo estás buscando la unidad en tu vida hoy? ¿qué estás haciendo para unirte más a Dios, para encontrar tu coherencia y para vivir en paz con el que tenés al lado?

 

En segundo lugar, trabajar siempre

La fe es un camino de subida permanente: cuando frenás, retrocedés. Por eso el Señor nos invita a estar atentos a esto y nos da su ejemplo: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”. Qué lindo esto del trabajo porque nos hace ver cómo Dios no es estático, sino todo lo contrario. Encontrarle el sentido a esto significa que vos y yo no nos podemos quedar dormidos: hay que trabajar para Dios, poner esfuerzo, no quedarnos solamente en el exigir, sino más bien, ofrecer lo que somos para buscar siempre el bien. Recordá que Jesús no vino a ser servido, sino a servir. Por eso, si estás cerca, no te la creas, si estás lejos, acércate, pero siempre tené en cuenta que Dios no te quiere como un “desempleado espiritual”. No busques la manera de justificar todo lo que no hacés. Vos tenés una misión, pedile que te la muestre. El Padre trabaja, el Hijo trabaja y vos, si sos cristiano, también tenés que poner de tu parte, de tu empeño para llegar, con la ayuda de la gracia, a la vida eterna.

 

En tercer lugar, aceptá la vida que te trae Jesús

Otro misterio es esta palabra que viene en el pasaje de hoy, que es el término “vida”. El Señor dice que, quienes escuchen su voz, vivirán. El hijo da vida al quien Él quiere porque, en definitiva, esa vida es la misma presencia de Dios en nosotros. Dicho de otra manera, eso se llama gracia. Vos y yo necesitamos de la gracia, porque no podemos hacer nada sin Dios, y eso no es algo que se merezca, sino que es un regalo. Les aseguro, dice el señor, les aseguro que el que escucha mis palabras y cree, tiene vida. Por ahí va el centro. ¿Querés tener la vida que da el Señor? Bueno, hay que escuchar y creer. Fijate en esas dos palabras, en esas dos actitudes. Si hoy estás viviendo de manera chata, sin proyecciones, sin sentido, si no podés salir de tu tristeza, pedile al Señor la gracia de poder aceptar su vida en tu vida y anímate a confiar en Él, porque Dios no juega a las escondidas con vos. Acordate que cuando conocés a Dios la vida te transforma porque ves todo con una mirada dife

 

 

Oleada Joven