Jesús está vivo

domingo, 1 de abril de

 

Me encuentro en las redes sociales con un comentario que dice (cito textualmente):

 

La Iglesia tiene que entender que la época de Cristo quedó atrás”.

 

Me nacieron unas ganas locas de decirle a la persona que lo escribió que en unas pocas líneas había sabido captar, incluso sin saberlo, grandes contradicciones y grandes verdades. Porque lamentablemente, son muchos quienes dentro de la misma Iglesia comparten esta idea – también, incluso, sin ser conscientes de ello. Quienes consideran que Cristo es una linda figura que inspira, que emociona, que tiene grandes ideas, pero es solamente eso, se suman a esta visión que termina anulando uno de los puntos centrales del cristianismo, que es que CRISTO ESTÁ VIVO. Jesús se convierte entonces en un bonito recuerdo, y la Iglesia en un grupo de memoriosos fieles, en lugar de ser lo que realmente es: hombres que creen que Cristo vive en medio de ellos, y que se hace presente y actúa verdaderamente en sus sacramentos. Si Jesús no está vivo, todo se desvirtúa.

 

Y es por eso que quien escribió la frase en las redes pronunció, sin saber, una gran contradicción, porque Iglesia es sinónimo de que Cristo no quedó atrás, sino que vive, está presente, es real. Ciertamente, Cristo no tiene “épocas”. Si la Iglesia creyese que Jesús quedó en el pasado, la Iglesia dejaría de ser Iglesia, para convertirse en un mero club de fanáticos de una gran figura, como esas asociaciones de seguidores de ilustres escritores.

 

Lo que anunciamos como Iglesia es esto: Cristo está vivo, realmente vivo. Pero nos domina el temor al ridículo y la vergüenza, el “qué dirán” y el miedo a que nos tilden de irreales, ilógicos y locos. Tal vez por eso no nos detenemos mucho a contemplar esta verdad esencial de nuestra fe: porque es, en su raíz, una locura. Será entonces tiempo de empezar a darnos cuenta de que la invitación a ser cristiano es una invitación a vivir la locura: que Dios se haya hecho hombre, que se quede realmente en el pan y el vino, que muera en una cruz como un criminal, que venza a la muerte y al tiempo y esté vivo, que se haga presente en signos, que se haga presente en la comunidad de los que creen en Él, que pueda realmente vincularme con Él, que el camino que Él eligió para que yo llegara a conocerlo sea por medio de otros hombres, imperfectos como yo… sí, todo es una locura. Y, sin embargo, mi vida se juega en la respuesta que le dé a esa propuesta.

 

Por eso, querido desconocido que escribiste en las redes, me atrevo a modificar un poco tu frase: “La Iglesia tiene que entender que Cristo no tiene épocas, porque Cristo es el eterno viviente, actuante y amante. Y cuando el Pueblo de Dios lo entienda, el mundo cambiará”.

 

Juan Francisco Suárez

 

Juan Francisco Suarez