Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.
Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”.
Palabra de Dios
P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca
Estamos transitando la semana del discurso del pan de vida. Luego de la multiplicación de los Panes, de cruzar a la otra orilla y de seguir predicando, vemos que la multitud busca a Jesús pidiendo siempre el pan de vida. Hoy compartimos el evangelio de san Juan capítulo 6 versículos 35 al 40, donde Jesús justamente se anuncia así: “Yo soy el pan de vida, el que viene a mi jamás tendrá hambre, el que cree en mi jamás tendrá sed”. Vemos que la Palabra también nos da herramientas para llevar un poco de todo esto a nuestra propia vida. Recemos y pensemos un poco:
En primer lugar, querer.
Jesús dice: El que viene a mí jamás tendrá hambre. Hay una decisión de ir, porque la eucaristía involucra nuestra voluntad, el querer. Yo quiero ir, yo quiero compartir, yo quiero celebrar y dejar todo en las manos de Jesús, yo quiero recibirlo en su Palabra y la Eucaristía. Por eso es lindo participar activamente en la misa. Justamente porque las ataduras muchas veces pasan por nuestro querer, y nos vamos dejando estar. Hay mucha veces que se mueve solamente por las ganas y su amor no deja de ser superficial. Pero el querer es distinto, es aceptar que lo que voy a recibir es el mejor bien que puedo tener en mi vida: Jesucristo mismo. Pedile al Señor la gracia de tener un convencimiento interior, que te aumente el querer, para que sepas que lo que necesitás hoy es el pan de vida. Es una gracia que hay que pedir, pero siempre para compartirla con los demás.
En segundo lugar, creer.
El señor dice también: ya se los he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. El reclamo que les hace Jesús es el no creer. Ese creer que mueve montañas, ese creer que moviliza y le da sentido a nuestras vidas, a nuestro día a día. La definición más linda que alguna vez escuché sobre la fe es “ver la vida con los ojos de Dios”. Qué lindo esto, porque nos da la clave para caminar por este mundo: mirar todo como lo mira Dios. No solamente descubrirlo a él, sino también descubrir su presencia en los demás y en mi propio corazón.
Por eso te dejo un propósito para este día: pedile al señor en tu oración que nos aumente la fe, que lo podamos descubrir en cada situación que vivís, que lo puedas encontrar en la eucaristía, que tu fe no dependa del sacerdote que celebra o de la gente que te acompaña, eh. Pedile a Jesús que tu fe no dependa tanto de lo externo o de los signos, sino de esa fortaleza interior que Dios te quiere dar. Alimentate de Jesús y buscá ese pan que sacia y sana para compartirlo con los que te acompañan en el camino. Qué lindo ir pensando desde ahora por qué vas a ofrecer la próxima misa a la que vayas a ir.
En tercer lugar, seguir.
Por último Jesús nos invita a que revisemos nuestra propia voluntad y la trabajemos dejándonos ver cómo fue su propia voluntad. Él dice: he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. Jesús vino a realizar la voluntad del Padre. Vos y yo también tenemos que descubrir cuál es esa voluntad en nuestra vida, ese sueño que Dios tiene para tu caminar. Eso es la santidad, ir discerniendo qué es lo que Dios me pide. Quedate tranquilo, quédate tranquila, que Dios no juega a las escondidas con vos, todo lo contrario, se te va mostrando a través de signos. Por eso, pedile hoy al buen Dios que te mande su Santo Espíritu para que puedas querer, creer y seguir.
Que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.