El efecto Alfie

domingo, 29 de abril de
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“Mi gladiador bajó su escudo y se ganó sus alas.”

Tom Evans , padre de Alfie Evans

Una enfermera -que seguramente también es madre- preparó la jeringa, un médico desconectó el respirador y… Alfie siguió respirando. A pesar y en contra de lo que argumentaban los que iban a matarlo, quienes paradójicamente eran aquellos que deberían velar por su salud. El pequeño guerrero, siguió respirando, pero sólo por cinco días más. Tiempo que no alcanzó para ablandar algunos corazones. Alfie tenía una enfermedad degenerativa desconocida e incurable. Entonces, los medicos decidieron que no era tratable y por lo tanto no era conveniente mantenerlo con vida. Pero el pequeño estaba vivo! Sus padres lo amaban y sólo querían sacarlo de ese hospital y llevarlo a casa.

Leo los titulares y me lleno de horror y de tristeza. Dicen en voz pasiva “Muere Alfie Evans” pienso que sería correcto denunciar: “Finalmente Alfie fue aniquilado”. Lo peor de todo es que fue un asesinato premeditado y legitimado por la justicia. Respaldado también por pequeños trabajadores de un hospital de Liverpool y por notables jueces de la corte suprema de Reino Unido y de la Corte Europea de Derechos Humanos.

Todo esto me recuerda a lo que Hannah Arendt escribió acerca del nazismo en “La banalidad del mal”. No estamos frente a seres monstruosos o excepcionales. No. Se trata justamente de funcionarios comunes y corrientes que tienen vidas comunes y corrientes y llevan a cabo su tarea cotidiana sin cuestionamientos éticos ni morales: y de ese modo -casi rutinario- encarnan el mal. Entre todos ellos victimaron a un bebé indefenso e inocente. Una maquinaria estatal asesina. Primero lo quisieron matar por asfixia, luego por inanición. El mal baña por completo sus acciones y decisiones, impregna las leyes y también a los funcionarios que las ejercen. Un aparato que con precisión quirúrgica mas tarde o más temprano se encargaría de matar al pequeño.

Lo escribo y sigo sin poder entender tanta crueldad. ¿Que nos está pasando? Sostengo a mi beba en brazos, acaricio su suave manito- se aferra con fuerza mi dedo y me sonríe- y de ese modo confirma, con su vulnerabilidad, que todo esto que sucedió es una locura.

Busco la palabra justicia y me sale una imagen: una mujer con una venda en los ojos…

Los ojos cubiertos simbolizarían la imparcialidad, la no distinción entre pobres y ricos, grandes o pequeños, negros o blancos…y sin embargo en el caso de Alfie hace referencia más bien a una justicia ciega y nefasta, que se ha regodeado en aplastar la voluntad y el Amor de los padres de un niño enfermo, por sobre los intereses y negociados de un hospital capitalista. De esos que nos llaman clientes y no pacientes.

Los ciudadanos, los seres humanos debemos reaccionar, preguntarnos hacia dónde vamos y hacernos cargo de cada decisión que tomamos. Ya lo decía Monseñor Romero y lo respaldó con su propio martirio: “Estamos llamados a denunciar todo lo que produce muerte”. Porque a estos jueces y a estos políticos los elegimos nosotros. En cierto modo todos nosotros somos responsables de que sigan muriendo bebes en los hospitales británicos, ya murió Charlie, ahora Alfie. Por otra parte se siguen aprobando leyes asesinas que pretenden sobreponer derechos del cuerpo de la mujer por sobre la Vida de su bebé. Bebé que es carne de su carne y sangre de su sangre. ¡Alguien debe clamar por estos inocentes!

Dicen que el aleteo de una mariposa puede causar un tornado en el otro extremo del mundo. Quizás Alfie, ya en el cielo, con sus alitas de ángel genere un tornado acá en la tierra, capaz de derribar las instituciones inhumanas y los mecanismos destructivos que los mismos hombres estamos creando y haciendo funcionar. El efecto Alfie: una pequeña perturbación capaz de hacer caer las vendas de nuestros ojos y de nuestro corazón.

 

Gabriela Arce