Evangelio según San Juan 15, 9-11 :

viernes, 11 de mayo de

Dijo Jesús: Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.

 

 

 

 

Palabra del Señor

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

En el evangelio de Juan continuamos con la temática del amor. El amor que surge del Padre va pasando del Padre a Cristo, de Cristo a nosotros, y de nosotros tendría que pasar a los hermanos. Somos amados para amar. Al sentirnos amados nos da fuerzas y nos moviliza a amar a los demás. El que no se siente amado o nunca experimentó el amor, es incapaz de amar. En cambio al tener la experiencia que Dios nos ama de una forma concreta en Cristo, eso nos dinamiza para amar a los hermanos. Cristo demostró de una forma clara lo que es amar. El lo hizo real, de manera bien concreta, al dar su vida por nosotros sus amigos.

 

El mismo dijo que no hay amor más grande que dar la vida y darla por los amigos. Nos dijo que no somos siervos ni esclavos sino amigos. Un esclavo no sabe los asuntos de su dueño. Jesús en cambio nos abrió el corazón y nos manifestó en un clima de amistad los secretos del Reino. Fue y sigue siendo un amor desbordante. Pero ese amor hay que cuidarlo como lo más sagrado y valioso que tenemos. El amor hay que alimentarlo. Un amor que no se alimenta se va empobreciendo. Es como el fuego que hay que mantener encendido, y si no le echamos leña se consume y se apaga. Por eso nos exhorta a permanecer en su amor. Y la forma bien concreta de permanecer en su amor es cumpliendo los mandamientos. Pero que no sea un mero cumplir para tapar agujeros y acallar la conciencia, de lo contrario caeríamos en el frío cumplimiento, es decir: cumplo y miento.

Cuando uno ama a una persona lo quiere demostrar y trata de no lastimarla. A la persona amada uno le quiere dar todo lo mejor. Uno lo ve en los matrimonios bien constituidos que se quieren de verdad. Es un amor respetuoso hecho también de sacrificios. Un amor que permanece en el tiempo siendo fiel. La fidelidad es el amor en los años. No hay verdadero amor sin algo de sacrificio. El verdadero amor no es pasarla bien, implica renuncias, ya que uno deja de mirarse a uno mismo para agradar a la persona amada haciéndole siempre el bien. Que esta realidad humana y al mismo tiempo divina del amor en el matrimonio bien constituido, podamos llevarla a Dios, viviendo un amor hecho entrega y donación. El que vive así trata de cumplir los mandamientos, y ya no será por temor, ya que lo mueve el amor. Que al amar a Dios lo demostremos buscando cumplir los mandamientos como una expresión de amor. Que así sea.

 

 

Oleada Joven