Un joven corrió hacia Jesús y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde chico”. Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue triste, porque poseía muchos bienes.
Palabra del Señor
P. Héctor Lordi sacerdote de la Orden de San Benito del Monasterio de los Toldos
Jesús se encuentra con un joven que quiere alcanzar la vida eterna. El joven parece sincero. Tal vez un poco demasiado seguro de sí mismo, de su bondad. Todo lo que le dice Jesús lo ha cumplido desde pequeño. Jesús lo mira con afecto, y le propone algo muy radical, que vendiera sus bienes, lo regale a los pobres y lo siguiera. El joven se retira triste. No se atreve a dar el paso. Es una escena simpática con un joven inquieto que busca caminos y quiere dar un sentido más pleno a su vida. Pero el diálogo, que prometía mucho, termina en un fracaso. Jesús respeta la libertad de las personas. Algunos lo siguen de entrada, dejándolo todo, como los apóstoles. Otros se echan atrás, como este joven. Jesús se debió quedar triste. Había puesto su cariño en aquel joven. El joven se convirtió en símbolo de tantos que le dicen NO a Jesús.
Jesús no pide cosas, sino que pide la entrega absoluta de la persona. No se trata de tener o no tener, sino de ser y seguir. A todos nos cuesta renunciar a lo que estamos apegados como las riquezas o la familia o los proyectos. Cuando estamos llenos de cosas, tenemos menos agilidad para avanzar por el camino. Se hacen pesados los caminos al que va muy cargado. Esto lo sabemos por experiencia. Cuando viajamos con muchas valijas, bolsos, y mochilas, nos cuesta. Se hace difícil caminar llevando mucho peso colgado a la espalda. Jesús nos dio ejemplo. Se desprendió, era rico y se hizo pobre por nosotros.
Los que se han consagrado a Cristo ya sea en la vida religiosa o sacerdotal decidieron imitar a Jesús y seguirlo más de cerca. Lo han seguido dejando todo. Y lo hicieron para estar más libres para amar y poder caminar más ágilmente por el camino de la vida, para poder servir mejor con más generosidad y para estar más disponibles para los demás.
Todo cristiano puede seguir el camino de Jesús. No se trata de que el cristiano no pueda tener nada propio, sino de que no se apegue a lo que posee. Que no sea esclavo de los bienes. Que no intente servir a dos señores. No se puede servir a Dios y al dinero, dice Jesús. Debemos hacer una opción. Si nos apegamos a los bienes materiales terminamos siendo esclavos y nos dejan vacíos. Si optamos por Cristo, nos plenifica. No conozco a nadie que haya optado por Cristo y no sea feliz.
Que Dios nos bendiga y nos regale un corazón libre y generoso, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.