Una Presencia viva

martes, 5 de junio de
Lucimari, una joven de 23 años que nos recuerda cada día, fielmente, el sentido de nuestra misión. Ella está a cargo de su abuela, pero prácticamente se crio con los tíos del Punto Corazón. Desde pequeña ha estado presente en la vida de cada uno de los misionarios que han pasado por esta casa, y ahora lo está en la mía.
 
Después de que superó su edad para venir con los niños del barrio a las permanencias y de proponerle que venga a cualquier otra hora, llega todos los días en la mañana con alguna excusa, como la de ayudarnos a cocinar o a limpiar la casa. Lucimari prefiere lo que sea con tal de quedarse aquí con nosotras un ratito más. Incluso si llega en la hora de adoración prefiere estar en silencio, intentando pedir, no haciendo nada, durmiendo o aburriéndose con tal de estar a nuestro lado. Después del almuerzo, llega puntual para rezar el rosario y después nos persigue gritándonos que quiere visitar con nosotras o ir a donde vayamos. Es que tiene una sed interminable de compañía, de alguien presente; pero no de cualquier alguien (porque nuestro barrio bien podría ofrecerle otro tipo de compañía) sino de esta presencia que sabe que le hace bien sin saber claramente cómo ni por qué.
 
Pero, ¿qué sería de nosotras sin la visita de Lucimari todo el día, todos los días? Si es de la persona que más aprendo aquí, es la que más exige de mí, de cada una de nosotras y que cuando parece que soy yo la que tengo compasión de ella, me dice alguna frase o me da algún abrazo que demuestra que es ella quien tiene compasión de mí, de nosotras.
 
No solo Lucimari llega a nuestra casa solo para estar, sino que cada mañana, tarde o noche recibimos una o varias visitas que dan la impresión de un sin sentido, pero que de inmediato nos hace disfrutar del hecho de esta compañía, a veces silenciosa. Adentrándonos así, cada vez más, en el significado real de PRESENCIA.

 

Puntos Corazón