Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole”: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a curarlo”. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace”.
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos”. en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes”.
Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda como has creído”. Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Palabra de Dios
P. Gustavo Gatto sacerdote de la Diócesis de Villa María
Hoy, el evangelio de Mateo nos presenta, un cuarto muy esperanzador, porque Jesús aparece como médico que sana. Cura a un criado de un Centurión, a la suegra de Pedro y después cura a una multitud de enfermos y endemoniados.
El evangelio termina citando a Isaías, diciendo que:“Jesús tomo nuestras dolencias y cargo nuestras enfermedades”.
Eso no da mucha esperanza porque, día a día experimentamos en nuestra vida,en la sociedad y en el corazón del mundo nuestras dolencias , nuestros sufrimientos más profundos. Y el evangelio , nos revela a un Dios misericordioso y cercano a esos sufrimientos, con capacidad de curarlos. El evangelio nos invita a tener una actitud humilde como la del Centurión; Confiada , solo una palabra bastará para sanarlo, decimos en la misa.
Y también una actitud de confianza en dejar nuestro corazón enfermo y herido, corazón del mundo, de un Dios misericordioso.