Evangelio según San Mateo 8,28-34

miércoles, 4 de julio de

Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: “¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: “Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara”.

El les dijo: “Vayan”. Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron. Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.

 

Palabra de Dios

 

 

 


 P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca.

 

 

 

 

En este miércoles seguimos compartiendo un pasaje del evangelio de mateo, capítulo 8, del 28 al 34. Es un episodio bastante llamativo en el que vemos al Señor que se acerca a la región de los gadarenos y se encuentra con dos endemoniados que salían de los sepulcros. Tratemos de llevar a nuestra vida la palabra de hoy y compartamos un poco:

 

En primer lugar, no vivas en el cementerio.

El señor se cruza con dos endemoniados que vivían en un cementerio. Qué frase tétrica esta, ¿no? Sin embargo, podríamos preguntarnos qué tiene que ver con nosotros. ¿Qué significa espiritualmente vivir en un cementerio? Vos fíjate que en el cementerio hay una cierta quietud y a veces confundimos quietud con paz. Pero una cosa es la quietud y otra distinta es la paz. Eso no significa que vos tengas que estar así, eh. Muchas veces nosotros vivimos en una quietud así, porque no permitimos la novedad, no dejamos que entre lo nuevo, no hay ningún crecimiento interior. Al contrario, estamos siempre iguales y vivimos en un espíritu de muerte. Hay gente que no cuida su salud, hay gente se contamina a sí mismo con lo que ingiere, hay gente que no quiere perdonar y entonces se sumerge en el rencor. Cuántas cosas que dañan nuestro corazón, nuestra mente, nuestros ojos, nuestra forma de pensar. Por eso no hay que vivir en la quietud del cementerio, como muertos, sin hacer nada, pensando que ya estamos bien y acostumbrados a la muerte, eso es el cementerio. La quietud nos va matando por dentro, en cambio, la fe que nos da vida, esa es dinámica, porque Dios mismo dinámico. Pedile al Señor que te muestre en qué cosas tenés que resucitar hoy y no te quedes quieto.

 

En segundo lugar, aléjate de la impureza.

Fijate que al encontrarse con Jesús, estos endemoniados le piden irse a la piara de cerdos. Y acordate que el cerdo era considerado un animal impuro. Esta gente estaba criando animales impuros. A vos y a mí también nos puede pasar esto de estar cultivando impurezas. Estos demonios quieren escaparse de Jesús y buscan refugiarse en las impurezas. Una impureza es todo aquello que ocupa el lugar que Dios debería tener en tu vida y busca te aleja del Señor. Y acá entran todo tipo de impurezas, e incluso a veces son tan feroces que pasa como con estos endemoniados: no podemos transitar por ese camino ni siquiera para cambiar. Así que pregúntate qué es lo que está alejando hoy de la amistad con Jesús y anímate a pedirle una transformación.
Por último, Jesús siempre es lo mejor.

Qué curioso el final del evangelio de hoy. Cuando vieron lo que Jesús había hecho, toda la ciudad salió su encuentro y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio. Es decir, ellos prefirieron seguir en el espíritu de muerte, seguir en la mediocridad, seguir entre los cerdos. Por eso, hoy la Palabra te está invitando a no darle la espalda a Jesús y a dejarte liberar por él. ¿Qué te parece si hoy te proponés con un gesto concreto dejarlo entrar a Cristo en tu vida? Algo concreto: un rosario, acércate a la reconciliación, andá a misa, tené un buen rato de oración o de adoración y reconocé al que hace nuevas todas las cosas. Decile a Jesús: “Creo, Señor. Pero aumenta mi fe”.

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.

 

Oleada Joven