Evangelio según San Mateo 11,25-27

martes, 17 de julio de

Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.”

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

 

 


 

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

 

 


La Palabra que compartimos en este día, Mateo 11, del 25 al 27, nos presenta a Jesús alabando al Padre. Fijate qué lindo que es imaginarnos al Señor orando. Algo que tenemos que tratar de imitar todos los días, porque en la oración nosotros dejamos todo lo que tenemos y lo que somos delante de Dios, de un Dios que nos presta toda su atención. Hoy vemos a Jesús que se llena de gozo y se estremece de alegría por el Espíritu Santo y alaba al Padre por su manera de revelar la Buena Noticia de la salvación, no a los sabios y prudentes, sino a los pequeños. Creo que en este tiempo, más que nunca, tenemos que hacer el esfuerzo de encarnar la Palabra en nuestras vidas. Meditemos algunos puntos:


En primer lugar, vivir en la alegría.


Si hay algo que nos enseña el evangelio de hoy, es que la alegría no es un sentimiento, sino más bien un estado, porque la alegría verdadera es un regalo de Dios. Qué difícil que nos puede resultar vivir en la alegría si no apoyamos nuestra confianza en el Señor, qué difícil. Porque, claro, nos puede comer la rutina, nos pueden sofocar los problemas, podemos ir perdiendo la paz y cada cosa que hacemos nos va convirtiendo la vida de colores en blanco y negro. Es importante asumir este esfuerzo y ser valientes para cuidar esa alegría que nos da Dios.


En segundo lugar, crecer en la fidelidad.


El Señor vuelve a trabajar sobre nuestro testimonio y nos recuerda que el que es fiel a la Buena Noticia no morirá jamás. Por eso hay que crecer en el camino de la fidelidad. Una gracia que hay que pedir es conocer la revelación de Jesús. Por eso nos preparamos para la resurrección, cada domingo es pascua, cada día uno se levanta para la pascua. Por eso vos te levantás cada día no para aguantar, sino para soportar. Aguantar es cuando no te queda otra, mientras que soportar tiene que ver con ser apoyo para los demás, con el deseo de ir transformando todo para acercarte más y más a Jesús. La alegría de la resurrección es descubrir que estás hecho para la vida y que la vida no son resultados matemáticos, sino más bien sorpresa y búsqueda.


Por último, déjate levantar por Dios.


Es verdad que la alegría es importante. Sin embargo, hay gente que se ha olvidado de esto, gente que ha dejado de buscar, existen personas que están muertas espiritualmente y no lo saben. Vos quizás conocés a alguien así, aquel que ha renunciado a sus esperanzas, que ha bajado los brazos. Si es tu caso, guardá en tu corazón el evangelio de hoy y en el nombre del Señor, volvé a levantarte, volvé a saberte sostenido por Dios, volvé a caminar y renunciá a todo lo que te ata y te aleja del plan de felicidad que el señor tiene preparado para vos. Por eso, estremecerse de gozo tiene que ver con creer en las promesas de Dios. A veces hay como un espíritu de tristeza que vos tenés que saber mirar y combatir con la ayuda de Dios. Acordate lo que nos dice el Papa Francisco: “donde no hay alegría, no está el Espíritu Santo”. Así que qué te parece si hoy te animás a ser sencillo, a no complicarte ni boicotearte y dejás que Dios te abrace y te levante de la tristeza. Acordate que, en este mundo de tanta indiferencia, lo único que puede revertir la tristeza es la humildad de sabernos necesitados del amor de Dios.


Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.

 

Oleada Joven