Así como el Milagro de la Vida comienza un día y va creciendo durante nueve meses, hoy vamos a recorrer ese camino expresando nuestro profundo deseo de defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Es un caminar que lleva impregnado la alegría de la vida, porque así le anunció el ángel a María la encarnación que celebramos: -¡Alégrate, llena de Gracia!-
Una alegría que no se apagó aun en las circunstancias difíciles que ese nacimiento implicaba, ni frente a aquel complicado camino en burro hacia Belén. Una alegría que es gozo, que se lleva en el alma y se refleja en la mirada.
El día de la Encarnación es un día para celebrar que nuestro Dios quiso hacerse pequeño embrión para elevar nuestra naturaleza humana, dándole un valor mayor aun a la vida desde el primer instante de su concepción. Es un día también para llevar a nuestra madre María en alto, primer sagrario de la historia, madre de la vida, madre del amor misericordioso, madre de todos, una madre que nos cuida siempre y una madre que Jesús quiso, como a Juan, dejarnos a su cuidado.
Caminemos firmes, unidos, con respeto por toda vida. Recemos pidiendo al Señor que perdone toda ofensa a la vida, a nuestra Madre, a nuestra Iglesia, pidiéndole que colme nuestros corazones con su infinita misericordia para que el amor sea el motor de nuestra Vida.