Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. “¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella le dijo: “Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. “No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?”. “Podemos”, le respondieron. “Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre”. Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Palabra de Dios
Junto con toda la Iglesia celebramos hoy la fiesta del Apóstol Santiago, uno de los discípulos más cercanos al Señor. Así que, si hoy fuiste o vas a misa, vas ver que el sacerdote está revestido con el color rojo, que es el color del anuncio del evangelio en el martirio, el color que se usa para celebrar a los apóstoles.
En el evangelio de este miércoles nos vamos a encontrar con Mateo, capítulo 20, del 20 al 28. Es interesante descubrir cómo el Señor tiene que educar a sus discípulos. Él no los eligió porque eran perfectos, o porque eran mejores que otros o porque tenían grandes virtudes; los eligió porque quiso. Y los llamó así, como estaban, en lo suyo y desde los suyo. Cada uno de ellos con su historia a cuesta. ¿Por qué esto lo subrayamos? Porque hoy el Señor necesita discípulos, necesita nuevos apóstoles. Hoy, celebrando al apóstol Santiago, llénate de esperanza meditando en tu corazón que el Señor Jesús te mira y te llama a vos. ¡Sí sí, a vos! No mires para el otro lado o te hagas el desentendido. Fijate cómo Jesús confía en vos. Él sabe que tenés defectos y errores, que te equivocás o que a veces las cosas no te salen. Y, aun así, confía en vos y te llama una vez más. El gran premio del cristiano es saberse útil al plan de Dios.
Otra cosa que llama la atención es esto que le piden a Jesús, cómo llega la madre de Santiago y de Juan, se postra delante de él y le pide algo. Yo creo que esta imagen nos puede ayudar mucho. Está muy bien postrarse delante del Señor, está muy bien acudir a Él cuando estamos necesitando algo, orar, pero hay que tener mucho cuidado con caer en la tentación del pedir mal. Claro, porque a veces hay que ver cómo uno ora, qué es lo que uno ora, cómo uno pide. Hacer una revisión de nuestra oración y mirar cómo viene nuestra oración. Es muy fácil caer en la falta de prioridades a la ora de acercarnos a Dios. Creo que antes de servir, antes de hacer cualquier apostolado, antes de hacer cualquier cosa, hay que aprender a orar. Que la acción surja de la oración, del estar con Jesús y del saber escucharlo a Él.
Por último, nos encontramos con que los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Tal vez no tanto por la actitud que tuvieron, sino porque les habían ganado de mano. Vos fíjate cómo muchas veces vos te enojás más con esas personas que tienen actitudes similares a las tuyas, y por eso te cuesta reconocerlas. Muchas veces estas cosas surgen en la misma familia, en el trabajo, en la facultad, incluso hasta en la parroquia: aparecen los celos, las ganas de escalar, somos posesivos, envidiosos, nos comparamos. Lo que es importante es ir superando con la ayuda de la gracia de Dios estas limitaciones. Así que analizá bien cuáles son tus limitaciones para ir puliéndolas. El Señor sabe que las tenés, pero es importante que vos también pongas de lo tuyo para que se vayan notando cada vez menos. Dice Jesús: “entre ustedes no debe suceder así”. El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes. No hay que imponer, sino proponer, porque la fe se propone. Nuestra misión tiene que ver con el servicio, con la entrega, con la disponibilidad, con la alegría de estar para el otro. Por eso, animate vos también a ser un verdadero apóstol de Jesús, elegido por Él para que seas su servidor no desde el figurar, sino desde el reconocerlo en tus hermanos.
Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.