Evangelio según San Mateo 13, 33-34

miércoles, 25 de julio de
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Jesús les dijo esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa». Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.

 

Palabra del Señor

 

 

 

A Jesús le gustaba hablar en parábolas que son comparaciones que sacaba de la vida diaria. Hoy para hablar del reino de los cielos toma la imagen de la levadura que una mujer mezcla con la harina. Esto seguramente lo había visto hacer desde pequeño a su mamá. María como toda ama de casa amasaba en el hogar. A mi abuela le encantaba amasar los domingos. Así que todos los domingos teníamos pastas caseras. También amasaba las pizzas. De chicos nos gustaba verla amasar. Y ella se ponía feliz al ver a sus nietos alrededor de la mesa. Ponía la harina con un poco de levadura en una olla, y luego la cubría con un repasador, lentamente la levadura iba haciendo su efecto y despacito hacía levantar la masa que se inflaba y se desbordaba saliendo con fuerza fuera de la olla. Luego hacía pequeños bollos de masa y la estiraba en bandejas haciendo pizzas que ponía al horno para darle piso. Después le ponía la salsa de tomate y el queso, otro ratito al horno y luego salían unas pizzas riquísimas.

 

Si la levadura está fallada o vieja te estropea la masa, ya que no la levanta. En cambio la buena levadura hace levantar la masa para amasar cosas ricas y sabrosas. De aquí sacamos enseñanzas para nuestras vidas. Los cristianos tenemos que ser una buena levadura, un buen fermento, que vaya transformando la masa, que vaya transformando nuestra sociedad. Debemos ir contagiando a los demás la esperanza y la paz, la caridad y el servicio, la amabilidad y la alegría. Todos somos levadura. Podemos ser lavadura buena o mala. Ojalá seamos la levadura buena.

 

Siempre tenemos influencia. Nuestra vida no deja indiferentes a los que nos rodean. Influimos en el bien o en el mal. En vez de dejarnos influenciar por la levadura sensual y materialista de este mundo, los cristianos debemos mantener nuestra identidad cristiana y los buenos valores para influir en el bien a los demás. En vez de acomodarnos a lo que presenta el mundo que tiene otros códigos, tenemos que aferrarnos a Jesús y dar testimonio de los valores cristianos: como el servicio, la caridad, la verdad, la justicia, la solidaridad.

 

Dificultades habrá siempre. Jesús lo avisa. Pero al mismo tiempo nos da confianza porque Dios no se olvida de nosotros. Como cuida de las aves y las flores, ¿cuánto más nos cuidará a nosotros? Esto nos llena de confianza. Jesús nos asegura su ayuda: a ustedes les digo, amigos míos, no tengan miedo. Dios nos está cuidando, no se olvida de nosotros. Confiemos en Dios que es providente.

 

Oleada Joven