Evangelio según San Mateo 23,13-22

lunes, 27 de agosto de

Dijo Jesús: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones! Por eso serán juzgados con más severidad. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!

 

 

Palabra del Señor

 

 

 

 


Padre Héctor Lordi sacerdote de la Orden de San Benito del Monasterio de Los Toldos

 

 

 

 

 

 

 

Jesús es muy duro con el fariseísmo. En cambio ante las debilidades se muestra misericordioso. En los evangelios nunca condena las debilidades y siempre aparece compasivo. Pero los fariseos lo sacan de quicio. Ante ellos se muestra molesto y exasperado. Jesús antes los pecados por debilidad humana, nunca condena. En cambio a los fariseos los trata mal y los desenmascara. No soporta la doblez, ni la incoherencia, ni a los que no hacen lo que dicen. Los fariseos se muestran muy duros con los demás y son muy blandos con ellos mismos. Por eso Jesús se lamenta ante los fariseos y los acusa duramente. Eran una especie de santurrones que se creían mejores que los demás. Pero eran pura cáscara con buena apariencia externa, porque por dentro estaban vacíos y podridos. Eran como zapallos secos, que por fuera parecen lindos, pero por dentro están huecos, no hay nada, solo semillas que hacen ruido. Son de aquellos que en vez de encontrar una solución a cada problema, a cada solución le encuentran un problema.

 

 

Jesús les da con un caño. Pero si es duro es porque busca hacerlos cambiar. Porque ellos también son hijos de Dios. Es la exigencia de quien los ama y busca cambiarlos, busca humanizarlos. Porque se creían perfectos por el cumplimiento rígido de leyes que los llevaba a creerse mejores que el resto del pueblo. Jesús los acusa sabiendo que eso le genera odio y persecuciones.

 

Pero eso no le importa, va de frente con la verdad y les dice las cosas que no están bien. No entran en el Reino, ni dejan entrar a los demás. Porque no quieren reconocer la Puerta para entrar al Reino, y esa única puerta es Jesús. Se hacían los piadosos, y así se devoraban los bienes de las viudas. Estas pobres mujeres los veían muy espirituales. Entonces le daban dinero para hacer obras, que nunca llegaban a hacerse, porque todo el dinero iba a parar a sus depósitos. Son «guías ciegos y necios». Imagínense a un ciego con poder de conducir al pueblo. Nos lleva al precipicio. Dios nos libre de gente así, ya que no son solo ciegos sino que encima son necios. Gente así nos conduce al desastre, a la destrucción.

Las acusaciones de Jesús no son para los demás. Muchas veces nos gusta señalar a los otros y aplicarles lo que Jesús exige. Pero estas acusaciones son para nosotros, porque dentro de cada uno puede esconderse un fariseo. El corazón es un lugar ideal para esconder a nuestro fariseo interior. Es bueno examinarnos y ver cómo está nuestro corazón. ¿Qué actitudes farisaicas descubro en mí? Si Dios nos muestra algo que tenemos que cambiar, démosle gracias, porque nos está ayudando a crecer. Que Dios transforme nuestra vida y nos regale un corazón nuevo.

 

Oleada Joven