Evangelio según San Marcos 6, 17-29

martes, 28 de agosto de

Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.» Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 

 

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.» Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.» 

 

Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan.

 

Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

 

 

 

 


P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

 


En este día miércoles la liturgia nos propone compartir un pasaje del evangelio según san Marcos, capítulo 6, versículos del 17 al 29. Celebramos la memoria del martirio de san Juan Bautista. Y fíjate qué interesante la importancia que le damos a este santo que es el único, después de la santísima virgen, del que recordamos nacimiento y muerte. Así de grande fue Juan Bautista, tanto que hasta el mismo Jesús decía que no había nadie como Juan. Sin embargo, todos tenemos esta vocación de ser como Juan Bautista, de ser precursores de Jesús, de ir anunciando y preparando el camino del Señor para su venida, en el día a día: en tu familia, en tu matrimonio, en tu noviazgo, en tu vida de fe, en tus estudios. Bueno, donde estés, hay que ser como Juan el Bautista, jugarnos por Jesús y actualizar esa función profética que nos regaló el bautismo. Te propongo que meditemos cómo ser profetas desde ahora:


En primer lugar, cuidate del odio:


Cuando tomamos la Palabra de hoy encontramos que a este santo le tocó vivir, sufrir y experimentar algo muy fuerte: el odio. Vos fíjate que aparece Herodías y que ella odiaba, aborrecía a Juan y tenía intenciones de matarlo. El odio engendra muerte, engendra violencia, engendra división. Y a veces lo vamos como naturalizando esto. ¿Te diste cuenta cuánto odio, cuánta violencia que hay en este mundo? Y claro, nos vamos como acostumbrando a esto sin prestarle atención. A veces nos escandalizamos de lo que escuchamos de otras partes del mundo, del fundamentalismo y de la violencia, pero no pensamos que vos y yo también podemos ser fundamentalistas, que muchas veces queremos matar al otro en nuestro corazón y que incluso lo hacemos, que justificamos el mal y buscamos excusas. Eso es la indiferencia. Por eso, si es tu caso, pedile encarecidamente al Señor que quite de tu vida, de tu corazón el odio, el rencor, el resentimiento, la falta de perdón. Por favor, hacé todo lo posible para dejar que el Espíritu Santo obre en tu corazón, porque para Él todo es posible. Acordate que el amor vence al odio y eso es lo único que importa.


En segundo lugar, no vivas con miedo.


Cuando uno sigue la voluntad de Dios, cuando uno tiene a Cristo en su corazón, seguramente va a caer mal. Esto es lo que le pasó a Juan Bautista. Él vivía con coherencia, y decía las cosas sin pelos en la lengua. Por eso molestaba, por eso lo querían sacar del medio. ¿Ya te pusiste a pensar que a nosotros nos puede pasar lo mismo? El mismo Jesús lo dice: “felices ustedes si son perseguidos a causa de mi nombre”. El profeta incomoda, el testimonio incomoda, pero Dios sostiene siempre. Y seguramente te encuentres con gente que te ponga palos en la rueda. Por eso, en cada dificultad, en cada prueba, el Señor está ahí, caminando con vos y ayudándote a seguir para no aflojar. Por eso el miedo no es de Dios, porque quien vive la fe en Jesús sabe que nunca va a estar solo, sabe que nunca va a quedar defraudado. “Yo estaré siempre con ustedes”, dice el Señor. Acordate que Dios cumple siempre sus promesas. Pedile hoy a Jesús la gracia de soportar, de aprender a bancarte todo con la ayuda de otros, pero sobre todo, la paz y la alegría, la certeza de saber que estás haciendo su voluntad.


Por último, escuchá buenas voces.


En el evangelio de hoy vemos cómo las malas voces llevan a la muerte. Herodías escuchó la voz del odio, la hija de Herodías escuchó el mal consejo de su madre y Herodes no se animó a jugársela. Esta es la historia de nuestras vidas. Muchas veces escuchamos voces que no tenemos que oír y vamos por el mal camino. Y así andamos por la vida, callando la conciencia, callando a los verdaderos amigos, callando incluso la voz de Dios. Lo interesante es descubrir cómo en el fondo uno sabe que no está haciendo las cosas bien, porque Dios siempre te va a estar susurrando en el corazón para que lo sigas. Por eso pregúntate hoy: ¿qué voces estás escuchando? ¿Cómo estás anunciando al Señor? Animate a seguir, a anunciar y a denunciar, pero siempre con la paciencia y la paz que te da Jesús.


Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.

 

Oleada Joven