Evangelio según San Lucas 4, 38-44

martes, 4 de septiembre de
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Saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios.» Pero él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado.» E iba predicando por las sinagogas de Judea.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

 


 

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

 

Seguimos compartiendo en este día miércoles el capítulo 4 del Evangelio según san Lucas, versículos del 38 al 44. Este es un mes muy lindo, septiembre, mes dedicado a la Biblia, mes para profundizar en el encuentro con Dios. Así que tomate tu tiempo, tomate unos minutos y descubrí lo que Dios tiene para decirte en la Palabra. Pensemos algunos puntos:

 

 

En primer lugar, no al “síndrome del living”.

Dice la Palabra que el Señor entró en la casa de Simón, entró en la casa de alguien y quiere entrar en tu casa también. Es un signo muy lindo, porque cuando vos dejás entrar a alguien en tu casa es porque abrís las puertas, porque le das confianza. Cuando en el evangelio se habla de casa, podemos hablar del corazón. Pero vos fijate que a veces tenemos para todo un lugar en nuestra casa, y el lugar de recepción generalmente es el living. El living es ese lugar que siempre está impecable, es la cara visible de tu casa. Sin embargo, todos tenemos esa habitación, ese galpón, ese lugar en el fondo que está desordenado, y da la casualidad que Jesús quiere entrar ahí. Claro, Jesús quiere entrar en ese lugar donde ni siquiera vos te animás a entrar, ese lugar de tu pasado herido, de tus rencores, de tus miedos, de lo que no querés mostrar. Ahí quiere entrar Jesús para ventilar y transformar. Se me ocurre que hoy nos podríamos preguntar si vos y yo lo estamos dejando entrar a Jesús especialmente en esos lugares. El Señor te sigue diciendo hoy: “mirá que estoy a la puerta y llamo”. Acordate que tu corazón tiene picaporte del lado de adentro. No lo dejes entrar a Jesús solamente donde tenés todo controlado, dejalo entrar en cada aspecto de tu vida, y vas a ver cómo Él se encarga de hacer nuevas todas las cosas.

 

 

En segundo lugar, Jesús sana toda fiebre.

¿Qué hizo el Señor en la casa de Simón? Sanó a su suegra. No sabemos su nombre, pero sí sabemos que estaba postrada, con fiebre, en una situación pésima. Este es un símbolo de todo aquello que en nuestra vida nos quiere tirar abajo: situaciones difíciles, problemas, dificultades, circunstancias de todo tipo. Pero nos dice el pasaje de hoy que quien tiene la última palabra es Jesús. El Evangelio nos cuenta que el Señor increpó a la fiebre y a la suegra de Pedro la levantó. Esto es lo que quiere hacer Jesús: sacar lo feo que hay en tu vida, sacar todo aquello que no te deja levantarte. Los que saben de medicina cuentan que la fiebre en sí misma no es una enfermedad sino un síntoma. Cuando el cuerpo muestra la fiebre es porque hay otra cosa dando vueltas por ahí. Por eso nos tomamos la temperatura, para ver si tenemos fiebre. Bueno, con la vida de la fe pasa lo mismo: podemos estar teniendo “fiebre espiritual” y no nos damos cuenta. Acordate que la fiebre, si se tiene por mucho tiempo, es peligrosa. Lo mismo pasa con la fiebre espiritual y el único que te la puede sanar es Jesús. Sería bueno que hoy te preguntes también cuáles son tus fiebres espirituales, cuáles son esas realidades, esas circunstancias que hoy no te están dejando estar de pie. Por eso dejá que el Señor te levante, que el Señor luche, venza tus fiebres.

Por último, la vida es servicio.

De la sanación, viene el servicio. Esto es lo que le pasa a la suegra de Simón: es sanada y se pone al servicio de todos. Creo que lo más lindo que nos puede haber pasado en la vida es descubrir que el Señor nos sana y nos invita a servir, entender que Dios nos usa como instrumentos. Ese el camino de la santidad, imitarlo a Jesús, que vino a servir y no a ser servido. Así que dejá de estar caído, dejá de lamentarte y descubrí el plan de bendición que Dios tiene para tu vida. Acordate que del encuentro con Jesús viene esa fuerza que te sostiene. Pedile que al Señor que te lleve donde estén necesitando sus palabras y tus ganas de vivir. Que tu cansancio sea un servicio que a otros descanse.

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, el Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.

 

 

Oleada Joven