Nuestra vida en el Punto Corazón es principalmente oración, misión y comunidad. Sin duda la vida comunitaria es un pilar sin la cual la misión no es posible, y aunque sin duda “la misión” son “los de afuera”, es decir, amigos del barrio, vecinos, los niños y aquellos amigos de los apostolados externos (llámese cárcel, psiquiátrico, asilo), no se puede negar que nada de eso es posible de vivir sin la ayuda de nuestros hermanos.
Al principio se me presentaba la comunidad como un desafío, como un lugar en el que hay que estar siempre más dispuesto a dar, a ceder y a renunciar antes que a recibir. Sin embargo, ya teniendo nueve meses de esta experiencia de vida comunitaria, puedo decir que es una de las cosas más bellas que me tocó vivir en mi estadía en el Punto Corazón.
Creo que fue una gracia poder vivirlo así, porque aunque de las diferencias y de las discusiones también se aprende, en este tiempo en concreto. Gracias a Dios pude tener la experiencia de la alegría, la simpleza y la amistad que siempre me elevó, siempre me ayudó a exigirme más, que siempre me llevó hacia Dios y hoy no podría imaginar este tiempo aquí sin este pilar tan fundamental, que funciona como un engranaje perfecto, que cuando uno perdió la paciencia ante un tema, otro te ayuda a recuperarla, cuando uno está cediendo a la tentación de la desesperanza, otro te levanta, te da otro punto de vista, te lleva de nuevo a poner la mirada en el cielo.
Mariano, en misión en Honduras