Evangelio según san Lucas 11, 1-4

martes, 9 de octubre de

Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.» El les dijo: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.»

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

 


P. Matías Burgui, Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

 

 

 


En este miércoles compartimos el comienzo del capítulo 11 del evangelio según san Lucas, versículos del 1 al 4. La Palabra nos muestra a Jesús rezando, y desde esa experiencia de unión con su Padre, desde esa necesidad de momentos de intimidad con su Padre, se genera en sus discípulos esa misma inquietud. Por eso le piden con insistencia: “Señor enséñanos a orar”. Creo que es de las mejores cosas que vos y yo podemos pedirle a Jesús, que nos enseñe a orar. Porque es cierto, muchas veces no sabemos orar. Fijate cómo el evangelio nos invita a descubrir cómo Dios espera de nosotros actos generosos. Meditemos algunos puntos:


En primer lugar, que la oración te regale unidad.


Si hay algo que verdaderamente nos quiere regalar este pasaje de hoy, es que Dios te ayuda a integrar tu vida. Es decir, hoy el Señor te llama a que tu vida de fe no sea un compartimento estanco, que no sea algo más entre otros aspectos de tu día a día: por un lado mi vida de familia, por otro mi trabajo, por otro mi fe. Cada día debemos pedirle a Jesús que nos enseñe a integrar. Y para eso, necesitamos tener la base, una base que se llama oración. Sabemos que Jesús dedicaba largos momentos a la oración, al encuentro gratuito con su Padre, a experimentar el amor de Dios, esto es lo que debemos desear siempre. Necesitamos que Jesús nos enseñe a orar. Por eso, sería lindo que este pedido se convierta para vos y para mí en una letanía diaria, ¿no te parece? “Señor, enseñame a orar, enseñame a ser generoso, a alabarte, a organizar mi tiempo para estar con vos”. Vos fíjate cuánto tiempo invertimos en un montón de cosas accesorias, pero qué poco le dedicamos a la oración. Acordate que cada momento de oración es algo ganado, es invertir en tu matrimonio, en tus hijos, en tu vida espiritual, en tu apostolado. La oración es tu alimento espiritual, es tu cable a tierra y también tu cable a cielo. Tratá de que tu oración no sea algo que no tenga que ver con tu vida, con tu realidad, sino que más bien se convierta en un llevar tu vida a la presencia de Dios. Esa paz que te da el Señor no se puede comprar con nada, es un don. Aprendé a confiar en Dios y decile “Padre, que mi vida sea una en vos”.


En segundo lugar, la oración te ayuda a ser vos mismo.


Si hay algo que nos enseña la oración de Jesús, es que tenemos un Padre que nos conoce mejor que nosotros mismos. Por eso no es necesario complicársela con palabras difíciles, a Dios no hay que impresionarlo. Creo que la regla 01 del diálogo con Dios es ser uno mismo. Se cuenta fácil, pero muchas veces se hace difícil dejar las caretas y animarse a despojarse delante del Señor. Por eso, acordate que con Dios no hay que aparentar, frente a él, con que seas vos mismo, alcanza y sobra. Por eso pregúntate: ¿cómo está siendo tu oración? ¿vivís una oración sincera o una obra de teatro espiritual? Anímate a ser vos mismo, porque Dios eso ya lo conoce.


Por último, el Padre nuestro es tu hoja de ruta.


A veces es verdad que no nos sale mucho en la oración. Por eso el Señor mismo te quiere dar una guía, para que no te olvides de lo esencial. Qué lindo que hoy te puedas tomar un tiempo para orar el Padre nuestro a conciencia. No repitiendo como loro, sino tratando de encontrarle gusto a cada frase. Rezalo con serenidad, con toda la hondura que eso significa. Que tu encuentro con Dios sea un descubrir la buena noticia de un Padre que te ama y que siempre te escucha.


Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.

 

Oleada Joven