El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’.”
Palabra de Dios
P. David Pintos sacerdote de la Diócesis de San Ramón de la Nueva Orán
En este día volvemos a escuchar este Evangelio donde Jesús envía a sus discípulos a la Misión. Jesús nos dice vayan, vayan, ¡vayan!. Vayan y lleven la presencia de Dios a todos, lleven la salvación, la sanación, la alegría. ¡Vayan, no se queden quietos, salgan a las calles, a los pueblos! Jesús nos insiste. Frente a su mandato no podemos quedarnos con los brazos cruzados, no podemos quedarnos quietos ni cómodos.
Lo natural de los que dicen que siguen a Jesús es el salir siempre, es el estar siempre en movimiento, inquieto y con entusiasmo. Como dice la Palabra de Dios “No podemos callar”. No podemos quedarnos quieto e inmóvil dejando que el mal gane la batalla.
El Evangelio de hoy nos invita a salir. ¡Salgamos y llevemos la presencia y la paz de Dios a todos! Tomemos como algo muy personal lo que Jesús nos dice hoy en el Evangelio, es para Vos, para mí, para todos.