Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido.Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas. A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.
Yo les indicaré a quién deben temer: teman a quel que, despues de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.
¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.”
Palabra de Dios
P. Matías Burgui sacerdote de la Diócesis de Bahía Blanca
En el evangelio de hoy, Lucas 12, del 1 al 7, vemos a Jesús como un amigo y maestro que se preocupa por nosotros, por nuestra felicidad, porque estemos bien, y por eso da consejos. Dice la Palabra que miles de personas se reunieron junto al Señor y él les enseña lo verdaderamente importante. Te invito a meditar algunos puntos que nos pueden ayudar para hoy.
En primer lugar, lo pequeño te puede complicar. Al Señor le preocupa mucho la hipocresía de la gente que decía y aparentaba estar cerca de Dios. “Cuídense de la levadura de los fariseos: que es la hipocresía”, dice Jesús. La levadura es algo pequeño, pero que hace crecer mucho la masa. Bueno, el Señor nos invita a cuidarnos de eso también, de lo que parece pequeño, pero que nos puede hacer mucho mal. Y esto no es caer en los escrúpulos, sino más bien saber detectar a tiempo aquello que nos aleja de Dios.
Jesús nos habla de la hipocresía. Cuidarnos de la falsedad, de las caretas, de hacer todo para que nos reconozcan, de la tendencia a la apariencia. Creo que todos estamos seducidos por esto, ¿no? Y eso que muchas veces pasa en lo físico, el aparentar, nos puede pasar en lo espiritual también. No terminamos de tener autenticidad y nos convertimos en artistas del camuflaje. Pero Dios quiere que amemos nuestra realidad, porque no hay nada oculto que no deba ser revelado. A Él no le podemos disimular nada, nos conoce y nos ama tal como somos. ¿Qué te parece si hoy empezamos a vivir en la sinceridad de corazón? ¿qué te parece si empezamos a aceptarnos y a reconocer que Dios nos sostiene? Animate a amar lo que sos y tus circunstancias.
En segundo lugar, antes que el miedo, está la seguridad. El Señor dice también, “No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.” Muchas veces vivimos con miedos, miedos que nos paralizan y no nos dejan avanzar. Acordate que no podemos afrontar ningún tipo de miedo si primero no nos preguntamos cuáles son los sueños de Dios para nuestra vida. Por eso, la primera herramienta para vencer nuestros miedos es el mismo Dios. ¿Querés superar tus miedos? Bueno, aprendé entonces a confiar en el Señor, dando gracias porque Él siempre estuvo ahí, cuidándote. Pregúntate hoy cuáles son tus miedos, pero primero anímate a buscar cuáles son tus confianzas.
Por último, Dios no se olvida de vos. Dios tiene contados hasta nuestros cabellos. Esto es una invitación a la confianza. Qué lindo es saber que Dios no nos olvida, Dios no se olvida de vos. Nos puede pasar a vos y a mí que nos olvidemos del amor de Dios, pero él nunca se olvida. Yo no sé si alguna vez te olvidaste de Dios, o si tal vez hoy estés necesitando recordar. A lo mejor Jesús formó parte de tu vida en algún momento, pero allá quedó, perdido en tu historia. Lo verdaderamente importante es que, si estás escuchando esto, es porque Dios te lo está queriendo recordar. La palabra no está para decirte que no te olvides, sino para recordarte que Dios no se olvida de vos. Él siempre está. ¿Estás creyendo en esto?
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.