Jesús dijo a sus discípulos: “Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”.
Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”.
El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.”
Palabra de Dios
P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca
Hoy meditamos del evangelio de san Lucas 12, 39-48. El Señor vuelve a insistir con esto de estar preparados. Es algo muy importante porque a lo largo de estos días vas a ir escuchando que Jesús anuncia su venida. Por eso el verdadero discípulo es aquel que está toda su vida en preparación, con atención y a la espera, pero también trabajando.
Te dejo alguna que otra idea que tal vez te pueda ayudar para descubrir la novedad de Dios en tu oración de hoy:
En primer lugar, dejá de preocuparte, más bien ocupate. El Señor lo dice claramente, “estén preparados”. Y la preparación de la que Jesús habla no se refiere a una espera pasiva, a algo que no te involucra. Justamente, todo lo contrario. El preparase implica acción, implica actitud, es un ocuparse. Por eso la Palabra nos deja esa pregunta: “¿cuál es el administrador fiel y previsor?”. Qué lindo que el Señor siempre te encuentre trabajando por el Reino, no con los brazos cruzados, sino con ardor en el corazón, con esperanza en el hermano y con ganas de transmitir el amor de Dios donde estés.
Vos fíjate que aquel que se preocupa y no hace nada, lo único que cosecha es ansiedad y malestar en su corazón. Por eso, observá bien, sí; pero después ponete en campaña. Qué lindo es ir sembrando allí donde Dios te va sugiriendo. Trabajá para el Señor, construí, no vivas en la mediocridad, no pienses que esta aventura no es para vos. Que no te pase como a los discípulos, que no se querían hacer cargo. Esta misión es tuya. Así que, donde tengas oportunidad, actuá. Sé útil a lo que Dios espera de vos, porque Él no te deja nunca en soledad. No te preocupes por cuándo va a venir el Señor, mejor ocupate para vivir como un verdadero discípulo.
En segundo lugar, no te olvides de administrar. El administrador es quien colabora tomando la responsabilidad por los bienes de otro. Y eso es justamente lo que Dios hizo con vos: te confió dones y regalos para que vos los hagas producir. ¿Te pusiste a pensar que todo en tu vida es gracia de Dios? Qué lindo vivir así, agradecidos. Quién es agradecido no cae en la parálisis frente a la libertad. Todo lo contrario, sabe afrontar los desafíos confiando en que no está solo en esto.
No sos dueño, sos administrador. Preguntate hoy qué estás haciendo con tus dones. Dios te acompaña y espera que vos te pongas al servicio de los demás. Acordate de aquella frase de san Agustín: “orá como si todo dependiera de Dios y trabajá como si todo dependiera de vos”.
¡Que nada te pertenezca! El servicio te da el horizonte, y Dios te da la fortaleza. El evangelio termina diciendo que al que se le dio mucho, se le pedirá mucho. Que tu corazón esté siempre preparado para poder decir: “ven, Señor Jesús”. Pedile al Señor esa sabiduría de poder enfocarnos en lo que verdaderamente valga la pena.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.