Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. El respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’.
Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’.
Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’.
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”.
Palabra de Dios
P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca
Hoy compartimos un pasaje del evangelio según san Lucas, capítulo 13, versículos del 22 al 30. Al Señor se le acercan con una pregunta y Él, como siempre, invita a mirar más allá. Meditemos algunas ideas que nos pueden ayudar:
En primer lugar, no te apures, cada cosa a su tiempo. En el seguimiento de Jesús la gran brújula junto con el amor, es la paciencia. El buen discípulo sabe esperar. En el caso del Evangelio de hoy vemos que cuando uno se arrebata, se apura y se acelera, deja de lado lo esencial. Y claro, entonces todo, absolutamente todo (lo pequeño y lo grande), se vuelve una preocupación. ¿Vos tenés muchas preocupaciones? Fijate cómo esta persona que le hace la pregunta al Señor vive una preocupación desde lo negativo: “¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. Y Jesús entonces aprovecha para volver a centrar a todos en lo esencial. Ellos ansiosos, Él paciente. Esto no es algo exclusivo de aquellos que siguieron a Jesús hace 2000 años, eh. Esto te puede pasar a vos y a mí. Cuántas veces por el acelere, por atender lo que creemos urgente, descuidamos lo importante. Así que no te apures, no te preocupes tanto por lo que no podés controlar. Andá a lo esencial, ocúpate de las cosas de Dios y Él se va a ocupar de las tuyas. Acordate de lo que decía la beata Chiara Luce Badano, esta joven que murió con tan solo 18 años y que eso le bastó para ser testimonio de Jesús: “A mí me interesa solamente la voluntad de Dios, cumplirla en el momento presente”. La pregunta es cómo podés vivir bien tu vida hoy. No te olvides de vivir el momento siempre desde Jesús.
En segundo lugar, del “hacer” al “ser”. Para vivir a fondo la vida de fe, para vivir con radicalidad nuestra relación con Jesús, no alcanza con “estar en las cosas de Dios”. Uno a Dios puede “cumplirle”, pero no necesariamente uno por eso lo va a amar. Hace falta algo más profundo. Ese es el ejemplo que nos cuenta Jesús. Esos que lo escuchaban dicen: “Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas” y Jesús les responde “no sé de dónde son ustedes”. Traducido: vos y yo podemos escuchar mucho hablar de Jesús, podemos ir a misa, podemos incluso hasta ir a misionar a un lugar lejos de nuestros hogares; pero si no dejamos que Jesús entre en toda nuestra vida, en todo nuestro corazón va a ser en vano. Esa es la verdadera conversión. No pasa tanto por el hacer sino más bien por el ser, con el configurarse en discípulo de Jesús y decir como san Pablo: “Ya no vivo yo. Es Cristo quien vive en mí”. Por eso, que nuestra oración sea hoy un pedido: “Señor, dame tus mismos sentimientos”.
Por último, buscá la puerta estrecha. El “Jesús joven entre los jóvenes” del que nos habló el sínodo que terminó en estos días, nos muestra a un Jesús que siempre va con la posta, un Jesús que no te la dibuja bonito para que vos te enganches y te decidas a seguirlo, pero engañado. Él desde el principio te dice la verdad: la puerta estrecha no es el camino fácil. El seguimiento del Señor es cruz, cuesta bastante. Jesús invita a no sentirnos tan seguros de nosotros mismos y a lucharla, Jesús invita al compromiso. Es cierto, en la casa hay lugar para todos…pero entra el que quiere. El que se decide y la lucha. Ese es el testimonio de los santos, entre los cuales hay muchos jóvenes, profetas de cambio. Así que la brújula segura es animarse a la aventura de la fe, es la misión, el don de sí mismo que conduce a una felicidad auténtica, plena y duradera: Jesús no quita la libertad, sino que la libera, Jesús no camina por vos, camina con vos, Jesús no decide en tu nombre, te da fuerzas para animarte a decidir. Porque la verdadera libertad es posible sólo en relación con la verdad, el amor y el servicio: “los últimos serán los primeros”. Cada vida es un sueño de Dios, cada historia es vocación en relación con Él. ¡No sos fruto de la casualidad! Dios te pensó para ser feliz. Te va a costar, pero ya sabés el camino. Animate porque Dios no abandona.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañen siempre. Amén.