Evangelio según San Lucas 17,11-19

lunes, 12 de noviembre de
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Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.

 

Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”.

 

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados.

 

Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.

 

Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?”. Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.

 

Palabra de Dios

 


 

Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

En este día miércoles 14 de noviembre compartimos el evangelio según san Lucas 17,11-19. Vemos que en el camino que lo lleva a Jerusalén, a su muerte y resurrección, Jesús encuentra a diez leprosos que se paran a lo lejos y expresan a gritos su desgracia. Están enfermos y buscan a alguien que los cure. La Palabra una vez más nos sale al encuentro y nos deja el desafío de poder llevar la Buena Noticia a nuestra vida.

 

Te propongo algunas ideas:

 

En primer lugar, la lepra te puede ayudar. Lo primero que nos resalta el evangelio de hoy es que estos leprosos necesitan a Jesús, necesitan el milagro. Por eso lo buscan. Se acercan a él, le hablan, le suplican de lejos, justamente por su enfermedad. Eran leprosos, estaban excluidos de la sociedad, nadie los miraba, nadie los tenía en cuenta. Para la época de Jesús, el leproso era un maldito que, de alguna manera, estaba pagando lo que había hecho él o sus padres. Claro, para la cabeza de la gente de la época de Jesús, el que las hace, las paga. Por eso, la novedad. Ellos tienen fe, ellos se animan a jugársela y suplicar a Jesús. Entonces, la lepra es para ellos una oportunidad para acercarse al Señor. Quizás sería bueno pensar nosotros qué lepras estamos teniendo hoy, ¿cuáles son nuestras lepras espirituales? No es para desesperar, eh. Todo lo contrario. Te puede ayudar a acercarte al Señor, a necesitar de él.

 

Pensá en cuántas veces has acudido a Dios porque la estabas pasando mal, porque no dabas más. Porque habías tocado fondo. Acordate de aquellas situaciones que te hicieron entrar a aquella iglesia a rezar, aquello que te hizo aceptar esa invitación a aquel retiro. Bueno, Dios puede llegar a vos de las maneras menos pensadas, incluso a partir de situaciones de dolor. Él no las quiere, pero a veces las permite para que empieces a confiar en él. El Señor te purifica cuando tenes en tu vida la capacidad de arrodillarte y demostrarle que ya no podes más solo, que necesitas que Él te sane, y te alivie de todos esos dolores.

 

En segundo lugar, buscá la obediencia. ¡Qué difícil obedecer! Cómo cuesta no hacer la nuestra y buscar la voluntad de Dios. ¡Cómo se nos complica todo! Muchas veces pensamos que así la vida sería más fácil. Pero la realidad es que, sin Jesús, muy lejos no llegamos. Es lo que nos muestra el evangelio de hoy. Jesús no los cura en el momento, exige una respuesta de fe de estos diez hombres. Los manda, los envía y en el camino quedan curados. ¡Qué interesante esto!

 

Dios te pide que empieces a caminar desde ahora, así, como estás. No esperes a que todo esté acomodado para confiar en Dios, confiá en Él y todo se va a acomodar. Pero primero caminá, obedecé lo que Dios te sugiere y acordate que no lo hace desde la imposición, sino desde la propuesta. Dios se te propone todo el tiempo, pero para obedecer, primero tenés que escuchar. ¿Estás escuchando lo que Dios te susurra o te está comiendo el arrebato y la ansiedad?

 

Por último, viví en la acción de gracias. Es la gran enseñanza que nos deja este pasaje. Vivir agradeciendo. El primer paso para reconocer a Jesucristo es reconocer nuestra propia lepra, el segundo obedecer y el tercero, dar gracias. La gratitud es una señal distintiva del cristiano. Solamente un corazón agradecido reconoce la presencia de Dios. Vos fíjate lo que decimos en cada misa: “Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre Santo, Dios Todopoderoso y eterno”. ¡Qué importante es saber agradecer, saber alabar por todo lo que el Señor hace en nuestro favor! Agradecer lo bueno que entendemos y lo no tan bueno que se nos escapa. Dios puede tomar todo para bendecirte, si lo dejás. ¿Somos capaces de decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la facultad, en el trabajo, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado. Y lo mismo hacemos también con Dios.

 

Es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias cuesta un poco más. Vos ¿agradecés? Es fácil acordarnos de Dios cuando necesitamos algo pero que difícil cuando nos sale todo bien. Es necesario trabajar la acción de gracias. Te propongo que tomes una hoja, o en el mismo celular, y que anotes por lo menos 5 cosas para darle gracias a Él. Hoy hacé algo para agradecer a Dios, porque seguro que Dios hizo algo por vos. ¿Te animás a descubrirlo?

 

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.

 

Oleada Joven