Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
“En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: ‘Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario’. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: ‘Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'”.
Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
Palabra de Dios
La parábola que hoy cuenta Jesús, tiene una finalidad muy clara, es enseñarnos que es necesario orar siempre sin desfallecer.
Jesús nos pone el corazón en la necesidad y el deseo de rezar.
Que nuestra oración sea una actitud permanente en nuestra vida.
San Agustín se preguntaba si era posible rezar siempre, permanente, rezar todo el tiempo y el decía:
” Nosotros podemos vivir en oración a través del deseo, la oración del deseo es la oración de la fidelidad y la permanencia”.
Desear a Dios, desear tener con Jesucristo una relación cada vez más profunda, que nuestros pensamientos estén en el Señor para que los que vivamos cada día, lo podamos decidir y desernir a la luz de la persona de Jesús.
Es importante que recuperemos la necesidad de ser jóvenes , personas y de oración permanente.
“Con los pies en la tierra, pero con el corazón en Cristo que camina con nosotros”.
¡Bendecido fin de semana!
P. Gustavo Gatto sacerdote de la Diócesis de Villa María