¿Qué será de mí cuando me llamés, Señor? De tan solo pensar en el gozo de tu presencia cara a cara me estremezco. ¡Cuán poco digno soy de tenerte frente a mí! Me hago pequeño y quedo postrado.
Llamame, dale, siempre te estuve esperando. Y aunque sé que he vivido en pecado y tentación, apelo a tu misericordia infinita: ese corazón ardiente que inflama el mío con el calor del perdón y la paz.
Ya se viene la tardecita, preparo el mate y me siento a esperarte. Tengo el corazón ardiente, ya estás por llegar. Mate de por medio, el amor va y viene. ¿Hizo falta en mi vida? ¿Hizo falta en la de los demás? Qué más da si tu rostro puedo contemplar; ya no hay tiempo de dar vuelta atrás, tu abrazo lo aclara, he cargado el mate y la guitarra va detrás, y el morral del alma, que guarda los tesoros que me has dado, ya no pesa al caminar. Llevalo vos, es todo tuyo, vos me lo diste, yo te lo devuelvo.
El mate sigue caliente y largo el camino al caminar, la Pascua ha llegado y yo me pongo a cantar. Te doy gracias y te alabo, la guitarra suena ya, este canto es del Cielo, es un canto de santidad, ya no canto con la voz, canto con el corazón. Y ya dentro del silencio, doy el paso final y en el miedo de la caída a tus brazos voy a parar. Es calor, es ternura, es amor, es Papá.