Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.
Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús.
Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.
Al ver su fe, Jesús le dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados”.
Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: “¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados están perdonados’, o ‘Levántate y camina’?. Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa”.
Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: “Hoy hemos visto cosas maravillosas”.
Palabra de Dios
Padre Héctor Lordi sacerdote de la Orden de San Benito
Jesús es el médico de toda enfermedad. Jesús es el que salva, el que cura, y el que perdona. Jesús recibió con amabilidad al paralítico, lo curó y le perdonó sus pecados. Esto produjo escándalo en algunos de los presentes. Le dio más de lo que pedía. No sólo lo curó de la parálisis, sino que le dio la salud interior. Sanó su parálisis y le perdonó sus pecados. Lo que Jesús ofrece es la liberación integral de la persona. Da la salud del cuerpo y del alma.
También hoy hay muchas parálisis. Muchos sienten miedo, están trabados o se encuentran desorientados. El mensaje de hoy es para todos para no estar paralizados en el camino de la vida. Jesús nos perdona, nos levanta y nos invita a caminar. Nos quiere curar y ayudar a salir de nuestra situación, sea cual sea, para que pasemos a una existencia mejor. Aunque hayamos vuelto a caer, ya que somos débiles, no nos desanimemos. Jesús no nos condena sino que nos levanta y nos quiere sanar de nuestra parálisis.
El sacramento de la Reconciliación, que lamentablemente lo aprovechamos poco, es el que Cristo nos regala para que, por medio del ministerio de su Iglesia, se nos conceda el perdón de Dios y la vida renovada. La reconciliación es liberación, transformación y renovación de nuestra vida. Nos da una mayor calidad de vida humana y espiritual. Dios nos ofrece liberación y nos llena de paz.
El evangelio de hoy nos invita también a ayudar a los demás a que se encuentren con Jesús. Son muchos los que están buscando la sanación, que viven en la ignorancia, en la duda o en la soledad, y están paralíticos espiritualmente hablando. Muchos ya no esperan nada, o porque en su autosuficiencia creen tenerlo todo, o porque están desengañados en esta vida.
¿Ayudamos a llevar al enfermo ante Jesús? Si nos ven dispuestos a ayudar, dejando nuestra comodidad y dando nuestro tiempo, facilitaremos el encuentro de muchos con Cristo. No seremos nosotros los que curemos, pero podemos acercar a nuestros hermanos a Jesús, el Médico por antonomasia, que es el único que sana. Mi abuela, que era una mujer de campo, decía que una mano lava la otra y las dos se lavan la cara. Ayudémonos unos a otros. En Jesús todos somos hermanos.