Teresita es patrona de las misiones. Ustedes pensarán: “¡Oh, qué bárbaro!, ¡cómo habrá andando de acá para allá!”. Y la respuesta, justamente, es que no, que no se movió nunca de su convento. Me dirán entonces que eso de misionero no tiene nada. Y yo les contesto: no se movieron sus pies, pero sí se movió su corazón. Primero, porque dentro mismo del Carmelo siempre estuvo dispuesta a ser misionera, se ofreció varias veces para ir a los Carmelos extranjeros… Su corazón misionero deseaba poder llevar el Nombre a tierras lejanas.
… queremos remarcar que la oración, los ofrecimientos y los deseos de Teresita eran misioneros.
Así que esta es la primera paradoja hermosa de ésta jovencita: un corazón que reconoce y acepta su vocación al claustro como modo de misionar. Muchos pueden hasta pensar que no se puede, sin embargo no es así, porque dónde no llegan nuestros pies, llega el corazón. Hasta nos puede pasar lo contrario: andar de acá para allá pero no tener la capacidad de que el corazón se abra a los demás.
La cuestión no es “dónde estemos”, ni “hasta dónde lleguemos”, sino la capacidad que tengamos de abrir el corazón a los demás: eso es ser misionero.
Von Valthasar dice algo muy lindo en un libro que tiene sobre ella (Historia de una Misión). Allí el autor se pregunta qué es ser santo. Y dice que el hombre santo es el que se identifica con su misión. La santidad no es nuestra, la santidad está en la misión. Soy santo en la medida que me adhiero a una misión que en el corazón de Dios, es santa para mi. Cuando encuentro mi sitio y meto el corazón en mi misión, se me hace carne la santidad de la misión que Dios tiene encomendada para mí. Por supuesto que no se da nunca una coherencia perfecta, excepto en la Virgen. Siempre hay una brecha (y a veces un abismo) entre ése proyecto amoroso que descansa en Dios y mi adhesión libre a él.
Sin embargo, lo importante es que todos somos misionados. En el corazón del Señor hay un proyecto santo para mí. La santidad es ése diálogo, ese “tire y afloje” misterioso, por momentos muy gozoso, por momentos doloroso entre un proyecto y una libertad que se adhiere a él fielmente. Teresita lo tiene bien claro, por eso su santidad se identifica con su misión.
Fuente: extractos tomados del libro “Teresa de Lisiuex la mimada, la misionada, la doctora”
Ángel Rossi S.J, Editorial Bonum