Evangelio según San Juan 19, 25-27

martes, 18 de mayo de

Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa. 

 

Palabra de Dios.


 
Reflexión: Monseñor Carlos Ñáñez | Arzobispo de la Arquidiócesis Córdoba
 
Este lunes se da una coincidencia providencial, porque concluido el tiempo Pascual, la Iglesia celebra a María Santísima con el título de Madre de la Iglesia, y nos recuerda precisamente la escena de Pentecostés, cuando la Virgen junto con los apóstoles recibe el don inefable del Espíritu Santo. 
También hoy la Iglesia recuerda a María con el título de Auxiliadora, María auxilio de los cristianos; esto nos trae a la memoria y al corazón a ese gran santo que fue San Juan Bosco y a toda la familia salesiana. 
El Evangelio de la misa, se  nos presenta a la Virgen Santísima al pie de la cruz, la Virgen llena de dolor, pero llena también de esperanza en su corazón y asociada al ofrecimiento de Jesús. Ahí escuchamos el encargo de Jesús, no es simplemente la preocupación por la subsistencia de su madre, sino que en primer lugar se dirige a ella, y se dirige con el título que la pone como la Madre de todos los que van a seguir a Jesús, “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. 
Entonces lo primero es el encargo maternal que Jesús hace a María Santísima, como diciendo, una nueva familia de aquellos que tienen como padre al Padre de los cielos y como madre a la Virgen a quien Jesús encarga este oficio maternal. Y sabemos que cuando el Señor confía algo a alguien, le da todo lo necesario para cumplir esa misión que le encomienda; entonces Jesús capacita a su Madre Santísima para recibirnos a todos como hijos suyos. 
Y también le encargó al discípulo, “ahí tienes a tu madre”, con la súplica de recibirla, de dejarse cuidar, de recibirla como suya, que es lo que de hecho el Evangelio nos dice “y desde aquel momento el discípulo la recibió como suya”. 
Esto es una invitación a que nosotros también como discípulos y seguidores de Jesús, recibamos a la Virgen Santísima y expresemos nuestra simpatía y nuestro cariño con las diversas muestras que la piedad cristiana, a lo largo de los siglos, ha imaginado y ha practicado para venerar a María Santísima. Las visitas a su santuario, las peregrinaciones a los lugares en donde ella es especialmente honrada, las oraciones como el Ave María, la Salve, el Ángelus, y esa oración por excelencia que es el Rosario. Es una invitación a que nosotros recibamos a la Virgen, expresemos nuestro cariño y nuestra devoción para con ella, con alguna de estas manifestaciones; y también, para que le encomendemos de un modo especial a nuestra Patria. 
Estamos en vísperas de celebrar el bicentenario del comienzo de nuestra vida independiente, mañana 25 de mayo es el día de la Patria. A María Santísima, auxilio de los cristianos, Madre de la Iglesia, Patrona de nuestra Patria, le encomendamos a nuestra querida Argentina.
Un abrazo y hasta pronto.

 

Oleada Joven