Echar la red

domingo, 21 de octubre de
image_pdfimage_print

Hay situaciones en las que es indispensable confiar en la palabra de otro, que en un momento dado, nos anima a hacer aquello que no nos atrevemos o para lo cual estamos frenados.

 
Es una voz que suena como imperativo («Echá la red»), pero en realidad, es la misma situación la que lo reclama interiormente.
 
Para expresar aquellas cosas que urgen, utilizamos este modo imperativo. Es una palabra fuerte dirigida a un tú. Es la única variante verbal, que no tiene la primera persona. De modo que cuando lo aplicamos a nosotros mismos, es como si otro nos lo dijera.
 
En el caso que nos ocupa, no es un imperativo cualquiera. Se trata de aquel que confirma la voz de la conciencia desde la cual Dios nos llama siempre, a elegir el bien y evitar el mal.
 
“Echar la red”, es pues, el imperativo a desplegar el corazón, a abrirlo, a agrandar su medida, aquella misma que perdió al “enredarse”.
 
 
 
 
 
 
Es también el imperativo a “soltar” y “soltarse” de aquello a lo que se está aferrado por miedo a perder lo único que, al parecer, queda. Cuando en realidad, lo que se pretende, es que nos animemos a cambiar “lo que queda”, por “lo que recién comienza”.
 
Echar la red, de alguna manera, es dejar que la palabra de otro “pesque” nuestro deseo más profundo. Y por tanto, “nos pesque”, nos sacie, nos entienda, nos sane. De la misma manera que cuando otro descubre algo que ocultábamos, le decimos: «me pescaste».
 
Ese que mejor puede pescarnos es Jesús. Él nos dice: «echá tu red»; «soltá tu corazón»; «dejá que pesque tu deseo; que sacie tu amor».
 
 
 
Fuente: javieralbisusj.wordpress.com, “Diálogos con el Hijo Pródigo”,  Artículo “Echar la red porque Otro lo dice”, Javier Albisu 
 

 

 

Oleada Joven