Saltar

miércoles, 7 de noviembre de
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Éste es el precipicio.

Éste es el vacío sobre el cual hay que saltar no  una vez, sino con frecuencia.

Crees o no crees.

Lo tomas o lo dejas.

Descendiendo todos los peldaños, al final te quedas sin ningún pasamano sólido, sin ninguna prueba empírica, sin ninguna explicación que aclare, sin ninguna evidencia que tranquilice…

A este vacío de pruebas, razones y evidencias es al que tienes que saltar, y no una sola vez.

Éste es el gran momento de la Fe.

Aquí radica el valor y mérito de la Fe.

Ésta es la Fe adulta, pues te quedas sin soportes y tienes que dar el salto de pie, sin apoyos.

Nadie ni nada podrá quitarte el miedo al salto.

 
Es bello creer en la luz cuando es de noche.
 
 
Es bonito esuchar los latidos del Padre detrás del silencio.
 
Ésta es la Fe que traslada montañas y da a los creyentes una consistencia indestructible.
 
El acto de Fe es un obsequio.
 
 
 
 
 
Sin duda, la Fe es un don de Dios  y el primer don, pero, por parte del creyente, es un acto hermoso y fundamental de gratuidad.
Es gratuito porque, para brindar esa adhesión vital, el creyente no dispone de motivos empíricos ni de razones tranquilizadoras.
En plena oscuridad, se lanza en los brazos del Padre, a Quien no ve, sin otra seguridad que Su Palabra.
Hay, pues, mucha gratuidad y mérito por parte del hombre en el acto de Fe; es el máximo acto de amor, y en Él están encerradas las grandes virtualidades del ser cristiano.
 
 
 
Fuente: “Dios adentro”, Ignacio Larrañaga, San Pablo.
 

 

 

Oleada Joven