Por aquellos días Señor, mis pies habían recorrido
los largos caminos castellanos, buscando de un lado para otro,
andaba ya cansada Señor, y aquella bendita mañana
se pararon mis pies, y mis ojos, en un pequeño pueblo
vieron trabajar al alfarero.
Señor, Tú eres nuestro Padre.
Nosotros, la arcilla, y Tú, nuestro alfarero.
La hechura de tus manos, todos nosotros,
Como el barro en la mano del alfarero
así somos nosotros en tus manos.
Con barro me hiciste, amasaste mi barro Señor,
me moldearon tus manos, me moldeaste con arcilla,
igual que hace el alfarero.
Tus manos como barro me han moldeado.
¿Por qué me has hecho así?
¿ Para qué me has hecho así?
¿ Cuáles son, Señor, tus planes y proyectos al moldear esta vasija de barro?
¿ Para qué quieres que sirva?
¿ Dónde está mi sitio? ¿Dónde?
¿ En qué lugar de esta casa grande que es el universo?
¡Cómo me has moldeado Señor!
Tus manos han formado mi propia capacidad de dar y de servir;
tus dedos me han hecho capaz de recibir y de acoger.
Señor, me has dado cinco talentos, o siete, o diez, o diecisiete.
No quiero guardarlos para mí.
Quiero multiplicarlos para Tí,
para Tí, que estás en los hermanos.
Cuenco, cántaro, jarra, jarro o jarrón, ánfora, vasija de barro,
Honda o ancha, esbelta o bajita,
qué más da!…Vaso de barro, para Tí, Señor,
para Tí que estás en los hermanos.