Cristo quiere que nosotros, «liberados para la libertad» (Gál 5,1), seamos capaces de amar fraternalmente. Por eso nos da el Espíritu Santo, que nos hace libres e independientes de los poderes de este mundo, y nos fortalece para una vida de amor y de responsabilidad. [1739-1742,1748]
Cuanto más pecamos, tanto más pensamos sólo en nosotros mismos, tanto peor podemos desarrollarnos libremente. En el pecado nos volvemos además inútiles para hacer el bien y vivir el amor. El Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, nos concede un corazón lleno de amor a Dios y a los hombres. Percibimos al Espíritu Santo como el poder que nos conduce a la libertad interior, que nos abre al amor y que nos hace instrumentos cada vez mejores para el bien y el amor. 120, 310-311
Nos puede ayudar para la reflexión:
1. ¿Hacia dónde se encamina la libertad que Dios nos da?
2. ¿Cuál es el camino que ata la libertad, que impide desarrollarnos libremente?
3. ¿Quién nos conduce paso a paso, desde el interior? ¿Qué protagonismo le das en tu vida diaria?